1. José Mujica (nacido en 1935), presidente de Uruguay.
2. Guillermo del Toro (nacido en 1964), cineasta mexicano.
3. Jimmy Carter (nacido en 1924), expresidente de Estados Unidos.
Silvia Parque
Mi mujer se enfermó. Ella estaba constantemente nerviosa [...]
[...] Se volvió muy delgada y lloraba continuamente. No era una mujer feliz. [...]
No dormía bien, conseguía dormir solo por la mañana, y se cansaba rápidamente durante el día. Nuestra relación estaba a punto de romperse.
Su belleza se le iba; tenía bolsas bajo los ojos, estaba perdiendo la cabeza y dejó de cuidar de sí misma. [...]
Perdí la esperanza [...] Pero entonces decidí actuar. [...]
Empecé a consentirla con flores, besos y cumplidos. La sorprendí y la atendí a cada minuto. Le di muchos regalos y vivía solo para ella. Hablaba en público solo de ella. Incorporé cada tema en su dirección. La alababa frente a ella misma y frente a nuestros amigos.
No lo creerás, pero floreció. [...]En realidad, Brad Pitt no escribió nada de lo anterior; pero no importa. Me encanta lo que expresa el texto, tal vez porque he estado "enferma" y he visto cómo hace milagros cubrir de amor a una persona. Carta aparte, veo amor en grado de admiración, en el apellido compuesto que llevan sus hijos, con el de ella por delante (Jolie-Pitt). Él la acompañó en el proceso de una doble mastectomía y no se espera menos, pero eso vale. Ojalá les vaya muy bien.
Entendamos que el amor, la incondicionalidad, sí existe [...] Muchos matrimonios pasan lo mismo, pero pocos realmente se quedan con esas raíces y con esos destellos de amor que son los que realmente importan [...] son un honor como familia [...] de verdad, Dore, no deseamos que a ninguna mujer le pase eso, pero si le pasa, deseamos que tenga la fuerza que tú tienes.
Recuerdo que en una ocasión escuché dos de las libertas de mi madre hablar del matrimonio moderno desde el punto de vista de una mujer de familia. ¿Qué ganaban éstas con él?, se preguntaron. La moral era tan disipada, que nadie tomaba ya en serio el matrimonio. Es cierto que unos pocos hombres chapados a la antigua lo respetaban lo bastante como para tener prejuicios en contra de la acción de engendrar hijos en ellas por amigos o servidores de la casa, y que unas cuantas mujeres chapadas a la antigua respetaban los sentimientos de sus esposos lo suficiente como para cuidarse de quedar embarazadas sólo por ellos. Pero por regla general, en la actualidad toda mujer bien parecida podía acostarse con cualquier hombre que se le diese la gana. Si se casaba y luego se cansaba de su esposo, como sucedía habitualmente, y quería divertirse con algún otro, podía tener que vérselas con el orgullo o los celos de su esposo. Y, en general, tampoco se veía en mejor situación financiera después de casase. Su dote pasaba a manos de su esposo, o de su suegro como amo de la casa, si éste todavía vivía. Y un esposo o un suegro eran por lo común una persona más difícil de manejar que un padre o un hermano mayor cuyos puntos flacos la mujer conocía desde hacía tiempo. El casamiento sólo representaba irritantes responsabilidades caseras. Y en cuanto a los hijos ¿quién los quería? Se entrometían en la salud y las diversiones de una mujer durante varios meses, antes del nacimiento, y aunque tuviera una nodriza para ellos, necesitaba tiempo para recuperase del desdichado asunto del parto y con frecuencia sucedía que su silueta quedaba arruinada después de tener dos [....] Y del esposo de una dama, si ésta lo quería, no podía esperarse que se mantuviese alejado de otras mujeres durante el período de embarazo de ella, y de cualquier modo prestaba muy poca atención al niño cuando éste nacía.
El nombre 'Livia' está vinculado con la palabra latina que significa malignidad [...] nadie la quería de veras; la malignidad impone respeto, no cariño. Poseía la facultad de que la gente comúnmente desenvuelta se sintiese consciente de sí en su presencia, consciente de sus defectos morales e intelectuales.
La mayoría de las mujeres tienen tendencia a poner un límite a sus ambiciones; algunas, muy pocas, se fijan un límite audaz. Pero Livia era la única que no ponía límite alguno a las suyas y sin embargo se mantenía perfectamente serena y fría en medio de lo que, en otra mujer, habría sido juzgado como una locura ilimitada.
Todos sabían que Livia mantenía a Augusto en un puño y que, si bien no estaba realmente atemorizado de ella, por lo menos se cuidaba de ofenderla.
Es extraordinariamente débil en lo que a ella respecta. ¡Imagínate: hace casi cincuenta años que vive con ella, y todavía cree hasta la última palabra que le dice!Con los signos de admiración bien ganados: "¡Mi abuela Livia era astuta!"