miércoles, 29 de mayo de 2019

Mejor cada cual en su casa

B es el manojo de alegría que había sido hasta antes de la temporada baja que pasamos.

Que su papá dejara de vivir con nosotros era algo importante para mi bienestar, pero di el paso para hacerlo realidad cuando concluí que la interacción entre su papá y yo era la principal fuente de su malestar. Él y yo fuimos afortunados por haber funcionado como equipo de crianza en la misma casa por bastante tiempo; dejó de funcionar, pero parece que cada cual en su casa volvemos a acoplarnos bien para lo que nos importa.

Tuve mucho miedo de cómo iba a reaccionar ella ante eso. Cuando le empezamos a contar el plan, dejaba claro que no le gustaba. Cuando le anunciamos que tal día su papá se mudaba, lloró con un sentimiento muy profundo. He lamentado muchísimo cuando otras cosas la han lastimado, pero esta vez ella lloraba con mucha, mucha pena, por algo que yo estaba decidiendo que ocurriera y eso fue horrible.

Pero cuando llegó el día, se despidieron con normalidad y todo estuvo bien. Y todo va mejor y mejor. Claro que estamos ocupándonos de que así sea, ella va con la psicóloga, jugamos más, hablamos más, etc. Pero, de verdad, no parece nada afectada porque su papá no viva aquí. Pasa con él tiempo que al parecer le resulta suficiente, la pasa bien con él, la pasa bien conmigo.

Es tan común sentir miedo por cosas que no van a ocurrir y que ese miedo retrase pasos necesarios...

Silvia Parque

domingo, 26 de mayo de 2019

No hablamos suficiente

Las familias esquizofrenizantes están aisladas. Crean un mundo que no va bien con el mundo de todos los demás y no salen de ahí, aunque las personas salgan de la casa.

Las niñas y niños que viven abuso sexual son aislados a través del secreto; la amenaza o simplemente la orden dada por alguien con autoridad traza una mordaza - prisión invisible.

El aislamiento se ha empleado como recurso para doblegar la voluntad de las personas. De hecho, puede ser una tortura.

Por eso no deberíamos quedarnos solas, nunca. A las mujeres nos hace mucha falta conversar porque el mundo social, en general, no está hecho de modo que nos convenga; más bien, nos oprime.

Creo que ya conté esto aquí, pero es lo que tengo en mente, así que ahí va:

Cuando B comió plátano por primera vez, su evacuación fue una cosa que parecía llena de lombrices. No recuerdo si necesité minutos, horas o días para entender que había sido el plátano. El caso es que mi abuela me contó que también se sorprendió con el primer pañal post-plátano de la primera de sus hijas. Ella sí se asustó y llevó el pañal sucio con el pediatra. Eso me dejó impactada. No que mi abuela mostrara el pañal al médico, sino que yo no me hubiera enterado antes del asunto, habiendo convivido con bebés en mi casa toda la vida; luego, además, vi que mi abuela y yo no éramos las únicas. ¿Cómo es que algo así no lo sabe todo el mundo? ¿Cómo es que no nos enteramos de que es común y normal que en el embarazo haya una línea oscura cruzando el vientre? ¿O de lo común que es la incontinencia urinaria entre mujeres?

Es que no hablamos suficiente.

A muchos les sorprendió que hubiera tantísimas mujeres contando que habían sido acosadas, abusadas, violadas; pero muchas mujeres más bien encontramos muy familiares las historias: aquello igual que lo que le pasó a la prima, esto tal como me pasó a mí... Porque son cosas que han pasado generación tras generación y se han contado quedito, asfixiando la comunicación para proteger el estado de cosas. Como un secreto que sabe todo el mundo, pero se mantiene como secreto. Es perverso. Creo que hace falta hablarlo más y hablarlo en voz alta.

Muchas veces, callamos y nos aislamos por lealtad hacia otros; pero habríamos de ser leales con nosotras mismas, primero.

Nos perdemos de la perspectiva que nos abre el comentario de la amiga, del espejeo que puede darnos oír su experiencia o simplemente del efecto de verbalizar lo que estamos pasando y sintiendo.

Yo hablo cada vez más y estoy agradecida por las mujeres que me escuchan y por aquellas con las que converso.

Silvia Parque

sábado, 25 de mayo de 2019

Todo mejor

La niña está mejor. Ha vuelto a ser la niña feliz que disfruta su mundo y ríe de sus cosas. Se comunica y, sobre todo, se expresa. Mi agobio, que era su gran malestar, ya no está, gracias a Dios y al trabajo de personas profesionales. No cabe duda: hay que acudir, siempre que sea posible, con los profesionales en el área donde una está requiriendo apoyo.

Me preocupa que no veo la misma rápida recuperación en cuanto a algunos procesos cognitivos; pero lo primero era que ella se sintiera mejor, que volviera a comer con normalidad; lo demás, lo iremos viendo -nos vamos ocupando-.

Yo estoy mejor, también. Hace dos semanas que el papá de B no vive con nosotras y ha sido como una especie de destape energético para mí. Ya necesitaba mi espacio. Y su ausencia me ha hecho notar aspectos y cuestiones de nuestra relación, de su comportamiento y del mío, que me han... sorprendido, por decir lo menos -que me hacen pensar-. Aprendo.

Este asunto del espacio de la casa me llevó a que B tuviera su propia habitación. Como señal de que era el momento, su  maestra dejó de tarea que pusiéramos una tarjeta con su nombre en la puerta de su recámara; por supuesto, si la niña no tenía recámara, podíamos poner su nombre en algún otro lado, pero para mí fue el banderazo para el reacomodo. Me satisface cómo quedó. Me costó varias noches dormir en la que ahora es mi habitación, pero lo logré y creo que estamos más a gusto las dos.

Mientras esto pasaba, una amiga tuvo el tino de hacerme saber que estamos -tiene mi edad- acercándonos a la menopausia. Pensé que era un sinsentido. Nada qué ver. Darme cuenta de su razón me dejó  impactada. Yo estaba feliz acercándome a los cuarenta, planeando que ese año me festejaré el año entero... Pero no contaba con la menopausia: con que mi cuerpo dejara de funcionar como lo he conocido y con dejar de ser fértil -yo que he amado mi menstruación-.

Tuve un par de días medio de luto.

Entonces, un muchachito me invitó a salir -un veinteañero-. Después de explicarle que podría ser su mamá, accedí a darle el gusto, advirtiéndole que sería una vez, nada más -una ida al cine-. No pude con sus mensajes de WA, sin embargo -decentes; si no, no habría habido más de uno-. Me despedí, bloqueé su número y agradecí a la vida recordarme que cosas inesperadas suceden.

He vuelto a mis consuetudinariamente abandonados proyectos de escritura.

Mi experiencia en el multinivel está llena de oportunidades para pensar sobre los temas que más me interesan -especialmente sobre quién soy-.

Así que todo mejor :)

Silvia Parque