Cualquier persona no es más que una persona: tendrá una visión limitada y le quedarán cosas por aprender. Nadie tiene la verdad absoluta. Creo que lo único sobre lo que nos es posible acceder a una verdad completa -que no absoluta-, es sobre nosotras mismas. Es difícil; no sé si conozca a alguien que se conozca a fondo y plenamente; creo que para eso es necesaria una vida de recogimiento como la que tal vez tengan algunos monjes. Si alguien está
muy seguro de conocerse
absolutamente, habría que dudar, porque una persona que se conoce
por completo sabría de las regiones de sí misma vedadas para sí misma. No obstante, confío en que con disciplina e introspección, sea posible alcanzar el autoconocimiento suficiente para movernos por la vida con sensatez.
Si todas las personas no son más que personas, en los términos de los que hablo, entonces todo servicio, mensaje o parabien que provenga de cualquiera, vendrá con limitación humana, y habrá que filtrarlo para tomar lo que nos venga bien. El proceso de filtrar puede ser complicado, porque no necesariamente lo que nos viene bien es lo que esperamos que sea, y porque a veces, como la medicina, tiene un gusto amargo; además, hay para quien resulta difícil no aceptar un "paquete completo": si algo les parece bien o verdadero, toman todo lo que provenga de la misma fuente, cuando no necesariamente todo es bueno o verdadero; esto sin dejar de estar advertidos de que sí hay premisas que forman un sistema de ideas de manera que no se puede tomar una sola, porque esa sola sin las demás, pierde el sentido... otra cosa es que una idea nos sirva de inspiración para nuestra propia idea, que habrá de encajar en nuestro propio sistema de ideas.
De lo anterior se desprende que no conviene mamar como la leche materna, lo que piensen-digan-sugieran sacerdotes, gurús, filósofos, analistas, terapeutas, apóstoles o buenos amigos; se vale si en momentos críticos necesitamos ser amamantados, pero sería bueno notar que los momentos críticos terminan. Más o menos por el contrario, en la canción que escribe un hijo de vecino, en los gritos del alcohólico que predica en la plaza, en los autores bestselleros del mundo del new age, en casi cualquier envoltura puede venir lo que nos hace falta saber o asimilar. En cualquiera de los dos casos, conocerse a una misma es lo que permitiría abrir mente y alma para recibir "lo que sí", dejando ir con tranquilidad "lo que no".
A veces no nos abrimos a "lo que sí", porque tememos no poder filtrar y dejar fuera "lo que no". Cuando era niña, mi abuela no me dejó recibir a los Testigos de Jehová que se ofrecían a darme un curso bíblico; pude darme el gusto de hacerlo cuando, siendo adulta, tuve mi propia casa. Me hace pensar que lo que es para nosotras, es para nosotras así dé algunas vueltas antes de llegar, porque interrumpí el mentado curso cuando cambié de ciudad, y después lo volví a empezar viviendo donde vivo. Nunca lo busqué, ya se sabe que los testigos tocan a la puerta. ¡Bendita paciencia de la señora que iba cada semana a mi casa! Fue una experiencia afortunada; nutrí mis propias creencias. Nunca temí, como tal vez mi abuela temiera, que escuchar pudiera convencerme de algo que no debería creer, es decir, que no es lo que me corresponde. Así me gustaría entregarme a lo que la vida me trata de enseñar.
Silvia Parque