viernes, 26 de julio de 2019

El tianguis y el peor señor del rumbo

El sábado pasado fui al tianguis y planeo hacerlo cuatro o cinco sábados más, no consecutivos...

En esta última ocasión vi a un hombre que creí borracho, pero que en realidad tenía deficiencias mentales... tal vez también estaba un poco borracho. Creo que no era una persona en situación de calle, pero seguro pasa mucho tiempo en la calle. El caso es que llevaba un pantalón que le quedaba grande y abajo un boxer que también le quedaba grande; ambos se caían, dejando a la vista parte de su pene: no pude evitar fijarme. Fue perturbador.

Por otra parte, conocí a un hombre y una mujer cuya forma de interactuar no me dejó concluir cuál era su relación. Él tenía mucho qué contar. Ambos fueron voluntarios sembrando arbolitos hace unos años. Ella no habló hasta que él fue a la tienda. Él me ayudó a mover mis cosas cuando decidí mudarme hacia la sombra del árbol bajo la cual conversábamos.

Pero el evento que marcó mi mañana y de hecho todo el sábado fue el siguiente:

Un hombre depositó una caja con un perro muerto en medio de dos puestos -el mío era uno de ellos-.

Me perdí el momento en que lo dejó ahí. Una señora me preguntó cómo aguantaba el olor, lo que me hizo percibir el olor. La señora me contó lo que había ocurrido, incluyendo que otro hombre intentó mover la caja y el hombre nefasto se lo impidió, quedándose ahí, a unos metros: "ahí está, mire, cuidando que nadie lo mueva de donde lo puso". Lo vi -no muy bien porque ando sin lentes-. Llevaba una playera azul.

Mientras escribo, recuerdo ESTE MARAVILLOSO CUENTO
de Francisco Hinojosa: "La peor señora del mundo".

Alguien llamó a una patrulla. No fue rápida, pero llegó. El hombre ya no estaba ahí parado. El policía dijo que llamarían a no sé qué entidad para que quitaran el perro. Una señora contó que el hombre había sacado la caja de su casa, pero otra contó que lo vio moverla de un punto del parque al otro; como no había una sola versión, la policía no podía hacer nada: que no lo habíamos visto matar a un perro ni se podía asegurar que lo hubiera sacado de su casa y por mover una caja no pasa nada. "¿Y la agresión?", pregunté. Pero no se considera una agresión poner un perro muerto a unos metros de donde estás ni impedir que alguien lo aparte.

El policía preguntó quién estaba a cargo del tianguis, hablo sobre ponerse de acuerdo, bla, bla, bla. Yo regresé a mi lugar. La mayor parte de las personas ahí no teníamos un permiso para colocar en el suelo cosas a la venta y la situación me hizo pensar en las muchísimas majaderías y abusos que soportan personas "sin papeles", en situaciones de verdad difíciles, opresivas y/o peligrosas. Pensé en la posición de no poder hacer nada. Consideré mover la dichosa caja: me puse unas bolsas de plástico en las manos, caminé hacia ella, calculé su peso y noté a las moscas aprovechándola. No iba a poder cargarla. ¿Y si apenas podía arrastrarla un par de metros? No serviría de nada haberla tocado.

El hombre pudo haber dejado la caja en otro sitio del mismo parque, donde no estuviera lleno de gente. Habría sido igual de incorrecto, pero no habría estado igual de mal. Lo dejó ahí en ese momento por joder. ¿Por qué alguien haría eso?

Quise maldecirlo; pero siempre he temido maldecir: la combinación entre ser cristiana y tener pensamiento mágico hace que me dé pavor la posibilidad de ser vía para que algo malo le pase a alguien. Pero estaba ofendida. No solo percibía un olor desagradable: las partículas de perro muerto estaban entrando en mi organismo... y los posibles clientes pasaban caminando rápido, huyendo de la peste. Imaginé que sería justo arrojar huevos a la casa del tipo. Entonces recordé "'Mía es la venganza, yo pagaré', dice el Señor" (Romanos 12:19).

Era el momento de elegir un camino, no para la situación, sino para la temporada: dejarme conducir por la Gracia o cualquier otra alternativa. Volví a lo que considero el buen camino y fui sintiéndome en paz.

Bajo la sombra del árbol más cercano, empecé a platicar con el señor acompañado por la mujer que hasta entonces no hablaba; muy amable, se ofreció a ayudarme a mover todas mis cosas para alejarme del olor a perro muerto y guarecerme del sol sin alejarme de mi puesto. Pensé en Romanos 8:28 y como si recién llegara al tianguis, se acercaron varias señoras a comprar.

Ya tenía rato en mi nueva ubicación, cuando veo a un joven con una carriola, acercarse a la caja apestosa. Se paró junto a ella unos segundos. No entendí su expresión de inmediato: estaba dándose valor. Colocó la caja en la carriola y salió corriendo, conduciendo la carriola con una mano, mientras con la otra se tapaba nariz y boca con su camiseta. Dio vuelta a la cuadra y según yo se detuvo más o menos por la casa de donde se supone salió el hombre nefasto, así que hice unas cuatro historias dramáticas en mi mente...

Al rato, el héroe volvió a pasar por ahí, con la carriola vacía. Lo llamé para agradecerle y le dio gusto que le diera lo que quiso llevarse. Lo malo puede ser más vistoso que lo bueno, pero lo bueno es lo valioso.

Silvia Parque

martes, 16 de julio de 2019

Tacañería y miseria


Hace años, conversábamos dos parejas y llegamos al tema de las compras, gastos, "lo caro", "lo barato", etc. El hombre de la pareja amiga puso como ejemplo su playera: "como esta", dijo, "que me costo $X". No recuerdo la cantidad, pero era algo ínfimo, como unos $4 de hoy. La había comprado en un bazar de ropa usada.

Lo dijo orgulloso: "...me costó $X" y yo pensé: "se nota". Le quedaba grande, para empezar.

Muchas veces he tenido que hacer malabares con los pesos y he comprado algo que no es de buena calidad porque es lo que puedo pagar. Muchas veces he usado ropa que no me queda bien porque es lo que hay (hubo un tiempo en que ninguna de mis prendas la había elegido yo). Pero si puedes elegir... me parece que la cereza del pastel de la miseria es estar de poquitera con una misma.

No digo nada contra aprovechar lo que otra persona desocupó. De hecho, es bueno para el planeta que demos toda la vida posible a los objetos.

Además, me queda claro que "lo bueno" es diferente para cada cual: una no tiene porque vestirse a la moda ni usar la talla que los demás creen que nos corresponde. Me chocan esas frases de "te sacarías más provecho si..." porque son una crítica por no ir tras determinado modelo de imagen.

Lo que señalo es la tacañería, que es otra cosa y puede llevar a la persona a ser miserable. Me refiero a la dificultad hasta la incapacidad emocional para desembolsar una cantidad razonable a fin de tener algo que nos va a hacer "bien": porque se nos va a ver bien, porque nos va a dar un gusto...

No estoy diciendo que haya que pagar precios altos para tener cosas buenas o que buscar pagar poco signifique "algo" a priori. Es normal que la mayoría de las personas prefiramos pagar menos que más; pero una cosa es disfrutar esa sensación de triunfo por haber conseguido algo barato y otra cosa es conducirnos como arrastrados por la necesidad de esa sensación, renunciando sistemáticamente a experiencias de bienestar.

Puede ser que parezcamos tacaños cuando evitamos gastar en lo que no nos interesa. Eso no importa. Lo que importa es no serlo, es decir: no evitar gastar lo razonable en lo que sí nos interesa; no llegar a ser miserables hasta perder el interés en lo que configura nuestras experiencias de bienestar cotidiano. 

Silvia Parque

domingo, 7 de julio de 2019

Una extraña entrometida

Algo de lo que hace que ame el blog y ahora el canal de Youtube [¡ACÁ!] es que puedo expresar y comunicar lo que quiera: sin meterme con una persona en particular. Como esa entrada de hace mucho tiempo en la que contaba que me parece muy mal que las personas no quiten la decoración navideña del exterior de sus casas. Lo que quiero decir es que vengo y lo escribo aquí: no se lo digo al vecino que conserva la serie de luces en julio: porque muy su casa, su vida y no tengo porqué importunarle.

Las opiniones críticas no solicitadas son una invasión. Y las peores son las que se refieren al aspecto de las personas. Anduvo rondando por mi muro una publicación de Facebook que advertía que las personas tienen espejos en casa: no necesitamos decirles que están gordas, ojerosas o llenas de granitos. Las personas de tres años lo hacen, pero se supone que les eduquemos para que no lo hagan a los veinte, treinta, cuarenta, etc. Ni siquiera los comentarios halagadores no pedidos se valen de todos los modos, en todas la circunstancias. Los críticos, nunca.

"Si no tienes nada bueno que decir, no digas nada".

Realmente pienso eso. Y, sin embargo, ayer metí la pata.

Estaba en el tianguis. Fui a vender cosas y a repartir catálogos. Me gusta saludar a las personas, sonreírles, intercambiar frases. De hecho, conocí a un señor mayor con el que tuve una conversación excepcional, pero eso es otra historia... El caso es que vi pasar a una señora que parecía amistosa y le dije "creo que le hace falta usar bloqueador". Ella sonrío como apenada... "y sí me puse". Yo pensé que era una sonrisa tímida y seguí: "es que está toda roja".

Quería hablarle de nuestros bloqueadores. La interacción continuó y entendí que ella estaba apenada de verdad. "Así se me pone la piel por mi enfermedad", dijo, como si tuviera que dar explicaciones a una extraña entrometida.

Traté de enmendar la situación. ¿Por qué lo que sale de mi boca tendría que hacer sentir a alguien apenada, ni medio segundo? ¿Cómo por qué había de decir NADA sobre como esté la piel de alguien?

No vuelve a pasar.

Silvia Parque

jueves, 4 de julio de 2019

Baño a medianoche

Estoy en la casa de mi abuela. Hace rato, casi a medianoche, me preguntó si iba a bañarme otra vez...

No tenía calor como para necesitar refrescarme, pero me había bañado con B en la tarde y me quedé con ganas de mi baño sola: de un momento adulto bajo el agua, conmigo.

La regadera de mi abuela es mucho mejor que la de mi casa, así que estar aquí y no bañarme sola es un desperdicio. (En mi casa no tengo agua caliente y la regadera lanza algunos hilos de agua lejos del chorro central). Además, a veces me baño y B anda por ahí, pero estando ella dormida tampoco tengo que apurarme para estar pendiente de qué está haciendo.

No me concentré en el momento: pensaba en lo que diría a tal persona y en otras cosas. Me sentí pesada porque me faltaron frutas y verduras y me sobraron carbohidratos. Y con todo, fue rico.

Tengo muy presente que es un lujo bañarme bajo una regadera, a la hora que quiera, con agua a la temperatura de mi preferencia, con tiempo.

Silvia Parque

martes, 2 de julio de 2019

Opinión Manzanas


Tengo una amiga, Alejandra. Hacemos varias cosas juntas, sobre todo, hablar, y decidimos hablar frente a la cámara de su teléfono y subirlo a Youtube :D

Nuestro canal se llama "Opinión Manzanas" y en nuestro primer video contamos cómo vivimos nuestros trastornos mentales... porque Dios las cría y ellas se juntan.

Están cordial y emocionadamente invitadas e invitados a pasar a ver, suscribirse y compartir ;)


Silvia Parque