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sábado, 17 de septiembre de 2016

Estar, sentirse, parecer feliz

Hace más de tres años escribí "Pareces feliz". Decía que no sabía lo que hay cuando no hay felicidad.

Me estoy dando cuenta, en estos días, de que no soy feliz. Es algo nuevo. A pesar de que le he puesto harto drama a varias temporadas, casi siempre viví feliz, tal vez porque me asumí feliz. Ahora no, pero no hay problema (o no por eso); a cambio, estoy bien. De hecho, estoy llena de los contentos que trae consigo la presencia de B. Me siento feliz la mayor parte del tiempo cuando estamos juntas. Pero la felicidad es otra cosa, según lo veo; como un estado de satisfacción de un grato con vibración luminosa que es el background de todo lo demás que se experimenta... En algunos momentos se siente, en otros no: pero está. En mi caso, por el momento, no está... creo.

La canción de José Luis Rodríguez me gusta especialmente porque puedo verme en las imágenes. Pero además, es interesante escudriñar el sentimiento que provoca ver a la ex pareja viviendo como si no se le hubiera acabado el mundo, tan campante, pareciendo feliz. Hay que ser miserable -o estar muy dolido- para que no dé gusto que alguien a quien se quiere -o se quiso- parezca feliz. Pero con todo y el gusto, hay una sensación de "mira, cómo no estoy yo igual de en otra cosa, mariposa". Y eso de "nos hemos amado con todas las fuerzas [...] y todo acabó", me encanta; en el contexto de la canción pone en evidencia una especie de sorpresa ante el duelo asimétrico -llevado por uno solo de los deudos-; como que el sujeto, si no fuera maduro y educado, reclamaría que el otro no lleve luto.

Esto me hace pensar en cómo algo, por ejemplo, una relación con alguien, queda en el centro de la construcción de felicidad. Lo que debería estar en el centro de esa construcción es una misma. Ni siquiera la estima propia, sino una misma. Lo pienso después de unos días de releer y releer "Útero - 7 poemas de amor", de Alberto Vázquez (el mejor regalo que nos han hecho, a B y a mí).

Silvia Parque

domingo, 28 de agosto de 2016

Pérdidas: la tarjeta y Juan Gabriel

Hoy perdí, otra vez, mi tarjeta de débito. Iba a ir a sacar dinero y noté que no estaba en la bolsa de mi pantalón. Ya lo sé: una tarjeta no se carga en la bolsa del pantalón. Fue muy triste tristísimo. Nadie perdió una pierna, pero me puede lo que me van a quitar por reponer el plástico, el riesgo en el que estuvo el dinero que ahí está y el cambio de planes que implica no disponer del dinero hasta mañana y tener que ir al banco. La cosa viene después de semanas complicadas en el aspecto económico, entre malabares, cancelaciones y atoramientos. Encontrarme sin saldo de teléfono para hacer la llamada de reporte por extravío, cuando recién tenía en mente que estaba a punto de disfrutar una torta de milanesa, fue como caer a un charco de agua sucia.

Pero con la niña no hay oportunidad de duelos muy prolongados, así que después de una lloradita, seguí adelante con el día.

Y que veo que se murió Juan Gabriel.

En general, me parece entre raro, enfermo y falso ver a multitudes dolientes en los funerales de los famosos. Que vayan al chisme, lo entiendo; me perece feo, pero auténtico. Que vayan como dolientes se me hace que está para analizarse. Sin embargo, yo de verdad lamenté la muerte de Jenny Rivera; no era fan, pero me sentí identificada con ella una vez que vi una entrevista, y cuando se murió, me pudo mucho. También comprendí el lamento popular por la muerte de Chespirito; a mí no me pudo, pero sé que mucha gente creció viendo sus interpretaciones y sintiendo algo tanto por sus personajes como por él. Hay gente que está en una posición por la que se hace presente e importante, aunque en realidad no tenga nada que ver con una. Así Juan Gabriel.

Ya me había repuesto de la pérdida de la tarjeta, cuando esta noticia me dio un descontón. Me queda claro que no conocí a la persona real que murió; el personaje-artista ni me conoció ni pinta apenas en mi vida... pero a lo mejor un poquito, sí.  Toda mi vida ha habido canciones de Juan Gabriel por ahí; que de pronto no exista más esa persona de quien salían las canciones y la voz, me deja todo ese pasado en un pasado más "ido", más que "ya no es". Me recuerda que todos vamos a morir. Que mi hija no va a tener relación con cosas y personas que me importaron. Que no va a conocer la escena en la que mis tías recogían la casa el fin de semana mientras oían una colección de cassettes de Juan Gabriel que le prestó su novio a mi tía más chiquita. Que no va a conocer los cassettes... Que no tiene la menor importancia lo que pasó un domingo o lo que haya pasado en un auditorio lleno de gente, porque te mueres y a los dos meses o a los dos años (o veinte), apenas eres un recuerdito.

El hombre fue un gran compositor. Tuvo la gracia de escribir cosas que parecen haber estado ahí siempre: como si se hubieran escrito a sí mismas o hubieran sido escritas por el tiempo; como si fueran parte de un sueño común que estábamos contando todos en diferentes mañanas. Por alguna extraña orquestación, saber que se murió me hizo sentir todos los pedacitos llegadores del repertorio que le conozco. Y mis penas de amor me apenaron porque se murió. Ya no estoy en la fase cortarme las venas por nada, pero eso me hizo la noticia y todavía me siento como si hubiera llorado mucho. Qué se le va a hacer.

Silvia Parque

sábado, 27 de febrero de 2016

La falta de drama

Hace tiempo supe que el drama protege del dolor. Hacer un drama es el equivalente adulto del niño apretando el golpe que se acaba de dar, para tapar el dolor con dolor (yo sigo haciéndolo cuando me duele una muela).

Si te vuelves loca evitas la crudeza de la realidad. Si de verdad te sientes morir, no estás sintiendo lo que está pasando: estás ocupada en "sentirte morir". Cuando dejas que los demonios hagan su fiesta puedes hacer que el drama le cierre el camino al anuncio de la hora de la muerte -la muerte del amor, de la ilusión, de lo que sea- (hay fiestas extendidas hasta el suicidio).

La falta de drama puede dejar un espacio de suspenso muy cabrón.

Silvia Parque

jueves, 2 de julio de 2015

Hoy la he dejado llorar

La principal razón por la que respondo inmediatamente al llanto de mi bebé, y la cargo y la consuelo, es porque hay muchísimas veces en las que no puedo hacerlo. Tengo que ir al baño, estoy lavando su ropita, lleno mi botella de agua... Muchas veces, para mi percepción; mucho rato, para su percepción. Por supuesto que le hablo, le explico, casi siempre la tengo junto a mí, la acaricio; pero la pasa mal ese momento. Me dicen algunos que no pasa nada; sin embargo, no necesito que el cortisol del estrés le provoque algo, para percibir que la pasa mal. No quiero que la pase mal. Me dicen también que se acostumbrará o que tiene que acostumbrarse. Yo entiendo que se acostumbraría si dejo que ocurra, pero intentaré que no pase porque no tiene que acostumbrarse. A los dos meses y medio, un cachorro humano necesita el cuerpo del animal que va a protegerlo. Mañana nos conseguimos un rebozo y voy a hacer lo que haya que hacer, con ella encima. Sé que sueno como si quisiera evitarle todo dolor e incomodidad; pero no es eso. Sí quisiera evitarle todo dolor e incomodidad, pero eso sería quitarle vida y no podría pretenderlo. Es que me parece suficiente el dolor y la incomodidad que de verdad tocan. Ahora disfruta su baño; pero no le gusta el momento de salir del agua; creo que siente frío aunque la envuelva lo antes posible en su toalla. Pues eso hay que pasarlo. Tampoco le gustan los pinchazos de las vacunas, y ni modo: va a recibir todos los que estén señalados. Voy a acompañarla con esas molestias, para enseñarle que el cambio está bien y el dolor pasa... pero cambios, los que correspondan, a su ritmo; dolores, los inevitables, los que sean para bien.

En realidad, la principal razón por la que respondo inmediatamente al llanto de mi bebé, tiene más que ver con las faltas en mi historia de vida, que con el amor que le tengo; lo entiendo; pero eso sí que le toca como hija...

Así que la dejo llorar solo cuando es imprescindible en mi forma de vida.Y nunca había sido como hoy. Ni tanto tiempo, ni por la razón que hubo hoy. Si llora mientras me preparo algo de comer, le digo "mamá tiene que comer para hacer buena leche, bebé". Si llora mientras me preparo un café, le digo "déjame hacerme este cafecito rápido, rápido, me apuro". Y nada. Pero que llore porque estoy trabajando sí me sienta mal. Siento culpa por no haberme organizado de manera que no hubiera necesitado trabajar en sus primeros meses. Siento frustración porque buscando sanar mis propias heridas de niña, había prefigurado hacer a un lado el trabajo frente a sus necesidades de seguridad o mimo. Sé que es peor para ella que yo tenga culpa y frustración, pero es lo que hay, y por evitarlas, mis tiempos de trabajo se redujeron a minutos esparcidos aquí y allá, y no pude terminar a tiempo mi último encargo; me dieron una prórroga y luego otra, hasta que finalmente -iba a llegar el día-, hoy tuve que dejar que llorara para ocuparme un buen rato. Me dije que tenía que hacerse, y lloró... y lloró, y lloró... hasta que de plano dejé de decir "ya voy", y ella siguió llorando. Lo peor es que relativamente, ni siquiera estaba haciendo algo que valiera la pena -no habría podido, todavía no aprendo a pensar mientras llora-: estaba alzando la casa para recibir a mi cliente; le iba a exponer las bondades de nuestro producto, y necesitábamos un espacio decente para sentarnos y hablar.

Puede que no sea el rato más largo que ha llorado; pero sí es en el que menos atención ha recibido.

Terminé, la cargué, la consolé, y se calmó. De hecho, usualmente tarda más en calmarse. Me disculpé y le expliqué, y me miró con algo que interpreto como una cara de "no es un buen día, pero va". Sentí que todo estaba bien entre nosotras. Más tarde sonrió, y supe que en verdad estaba todo bien.

Silvia Parque

lunes, 18 de mayo de 2015

Un mes

Hoy, hace un mes, llegó B. En el momento justo, como llega cada niño, aunque nosotros lo vivimos como si se adelantara, porque la esperábamos más o menos para estos días.

Al principio fue miel sobre hojuelas... debería decir Zucaritas con leche helada, porque las hojuelas no me gustan con miel. Con las semanas se acumuló el cansancio, hicieron ruido los pendientes de trabajo y gracias a Dios, sus pulmones le permitieron llorar mucho más fuerte. Mi idilio paradisíaco terminó. Aparecieron incomodidades del posparto, el subidón de emoción dio paso a una vulnerabilidad del tipo de la de antes de parir y poco a poco, la problemática de otros asuntos, que se había detenido, se desperezó y volvió a ocupar su lugar.

Hoy inicia una nueva etapa porque puede dejar de considerarse "recién nacida", aunque sigue usando pañales de esa talla. Se fue mi abuela, que estuvo cuidándonos todo este mes.

En verdad estoy muy agradecida porque ella está bien; pero más que contenta, estoy de ánimo ondulante, pensando en lo que he aprendido y en lo que debo poner en orden en mi vida.

Silvia Parque 

sábado, 20 de diciembre de 2014

Cuando no te alegra su alegría

Podría pensarse que cuando quieres a alguien, te alegra su alegría. Y así es, pero no tan sencillamente.

En principio, la alegría es un estado de ánimo, pasajero como todos los estados de ánimo, que puede tener origen en múltiples causas, y algunas, pueden no ser como para dar alegría a otros. Si alguien que quieres se alegra, por ejemplo, por haber conseguido un objetivo tramposamente, puede que no te alegre. A veces, incluso, el motivo de la alegría del otro, terminará afectándote negativamente. Sabes que esa invitación que ha recibido, que esa puerta que se le ha abierto, que ese dinero extra, te traerá problemas. Si te va a traer problemas, pero también será algo realmente bueno para el otro, tal vez te esfuerces por anteponer el interés de quien quieres. Pero lo que alegra no necesariamente es algo realmente bueno siempre. Porque estar alegre es genial, pero no es igual que "estar bien".

Silvia Parque

miércoles, 3 de septiembre de 2014

La verdad

Hay cosas que es mejor no sacar a relucir. Pero la verdad necesita un momento para hacerse lugar.

Cuando la verdad ha sido guardada en donde no estorbe, los sentimientos y sensaciones que tiene consigo, se hacen caos o nudo.

Es complicado buscar el momento; es mejor dejar que llegue solo. Cuando llega, y se aprovecha, el alma se libera.

Silvia Parque

jueves, 28 de agosto de 2014

Berrinche privado

A veces, me enojo. Y a veces, cuando me enojo, hago berrinches. Son del tipo: decir lo que pienso, hacer el cuerpo hacia adelante, y volver a decir lo que pienso, sin filtro. Si me explayo, el decir lo que pienso puede alargarse.

Hace meses, "el filtro" siempre está ahí y recibo la señal de "alarma: detente". Pero a veces de cualquier manera hago berrinche. Desde mi percepción, que por supuesto, es la única que tengo, siempre me enojo por una buena razón... que frecuentemente no valga la pena echarme a perder el rato, es otra cosa; pero hay una razón a la que corresponde el enojo. Sin embargo, nunca hay razón para el berrinche; se justifica porque apenas me ando ejercitando en autodominio, y aunque tuviera mucha práctica, soy humana; pero la verdad es que cuando escudriño por qué decir lo que se me viene a la cabeza, y por qué hacerlo de ese modo, me doy cuenta de que no tenía una necesidad realmente irreprimible de expresarlo, ni se ganaba nada con decirlo; lo que es más importante: lo que digo en el berrinche, ¡no es el motivo del enojo!, y lo peor: como no es el motivo del enojo sino una queja descompuesta: deslegitima el enojo -para el que sí había razón-. Creo que es así porque en estado emberrinchado es muy difícil que algo salga bien.

Así que he llegado a la conclusión de que soy muy mayor para más berrinches; los que sean necesarios, los haré en privado, nada más para mí misma. Acaso puede ser con una amiga. No con la persona implicada en el enojo.

Silvia Parque

miércoles, 25 de junio de 2014

Llorar y llorar

Últimamente lloro con frecuencia por cosas buenas. Me hice llorona con la edad, por efecto de las hormonas. Pero últimamente me conmuevo con inusitada frecuencia. Hay tanta maravilla alrededor, que haciendo equilibrios entre lo bueno y lo malo, a mi juicio, gana lo bueno.

Silvia Parque

domingo, 20 de octubre de 2013

Aceptar no es resignarse

Aceptar no es como resignarse; la palabra "resignación" puede tener un significado original de "cambiar de signo", pero ordinariamente se emplea como una aceptación tristona y con la cabeza gacha, de cosas que no querermos. Aceptar puede ser alegre, o al menos armónico.

Creo que cuando lo que hay es resignación, es que no ha habido rendición; el deseo fue derrotado y la voluntad está resentida. Creo que rendirse es necesario a veces, haya habido derrota o no: rendirse como acto de la voluntad, dejando al deseo en paz, sin pretender omitir o negar la presencia o la importancia del objeto del deseo. Es justo dejar el deseo en paz, soportar que esté sin cumplirse, lo que permite la alegría, lo que hace que no sea resignación.

Silvia Parque

miércoles, 16 de octubre de 2013

Plancha en tapete y bicicleta

¿Quién necesita un marido cuando hace "plancha en tapete"? De haber intuido cómo sería el sufrimiento, no habría reparado en el costo de la mensualidad del gimnasio...

Di unos pasos recuperando el cuerpo. Subí a la bicicleta y me alegré.

Silvia Parque

sábado, 14 de septiembre de 2013

Matar insectos

No tengo problema con matar insectos. No me gusta, tampoco. A casi cualquier bicho con el que no pueda compartir el espacio y que no sea una cucaracha, lo recojo y lo saco. A las moscas y a los mosquitos, casi siempre les doy primero la oportunidad de irse. Si es necesario: mato. Lo necesario, evidentemente, se refiere a mis necesidades. Trato de que sea rápido. Pero tengo claro que los insectos no tienen un sistema nervioso central que les permita "sufrir" como lo entendemos en el mundo humano.

No sé si hay mucha sensiblería rondando estos temas -como otros-, nada más por la ignorancia respecto a los atributos de la vida-nivel-insecto o si se trata de una epidémica venda en los ojos que sirve para que las personas llenen la dosis de bondad que requiere su autopercepción, como cuota para no implicarse, ya no digamos en los problemas sociales, sino en el sufrimiento humano.

Una persona occidental, demasiado enternecida por la vida o muerte de una hormiga, ¿cómo puede vivir en un mundo con trata de personas y guerra? ¿Le quedará claro que la hormiga no tiene experiencia identitaria? Yo no voy por ahí destruyendo hormigueros, que por cierto, me parecen estupendos y respetables. De hecho, mis creencias me hacen encomendar a Dios mi decisión de matar cualquier cosa -es automático, no hay un gran ritual para ello-.

Estoy criticando el comportamiento sandio, expresión de superficialidad, que subyace lo mismo al duelo por la araña, que a la indignación por la muerte de escolares norteamericanos, en el mismo momento en que mueren sin publicidad niños de otra parte del mundo.Es humano y supongo que bueno, enternecernos por el dolor y la muerte, o por las figuras o formas que asociamos con el dolor y la muerte; sin embargo, creo que la sensiblería adormece el verdadero sentimiento de empatía.

Silvia Parque

viernes, 23 de agosto de 2013

Revelación vergonzosa con el fin de asentar un parámetro de pena-vergüenza

Un parámetro para la pena-vergüenza, puede ser la sensación al despertar en el camión y darte cuenta de que estabas babeando. Un nivel superior sería haber estado babeando a la persona de enseguida. Siempre tengo la impresión de que despierto antes de babear, pero puedo suponer, por mera estadística, que he babeado sin darme cuenta. Porque dormida, babeo. Uno de los recuerdos más bonitos que tengo, es despertar y descubrir babeada la camisa blanca del novio con camisa blanca sobre el que dormí una siesta; eso sí que es una prueba de amor, de ambas partes.

Silvia Parque

lunes, 12 de agosto de 2013

Secretos

Hoy me han contado un secreto: gordo por lo redondo de bonito que es. He asegurado que no diré nada, y no diré nada. Pero puedo decir acá, donde nadie sabe nadie supo, que me han contado un secreto. Un secreto de amor, para más señas. Secretos de este tipo se guardan en bolsitas de seda cruda, y según la hora del día, tienen aroma a vainilla o a hojitas verdes. Son secretos para recuperar la sonrisa franca, de esas de gusto por lo bueno y lo limpio. ¡Ya le habría gustado a mi abuela que así fueran mis secretos! Los míos siempre fueron algo retorcidos, y no lo digo como algo malo, sino como mera ilustración representativa: muy cada cual sus secretos.

Silvia Parque 

martes, 6 de agosto de 2013

El enamoramiento debe aminorar

El enamoramiento no puede sostenerse permanentemente porque es un estado alterado de conciencia. Mantenemos la marca del enamoramiento, azuzando las sensaciones asociadas con estar enamoradas; pero el enamoramiento debe aminorar y desaparecer para permitir el buen funcionamiento de actividades y procesos que requieren estabilidad; además, debe aminorar e ir desapareciendo, para dar paso al amor. El amor crece en la tierra enriquecida por el enamoramiento; pero primero, para germinar, requiere no ahogarse de lo que enamora.

No hay problema, porque una puede enamorarse todas las veces que haga falta; sobre todo, de la persona amada.

Silvia Parque

domingo, 28 de abril de 2013

Honestidad

Puede ser difícil decirse a una misma, claramente, qué es lo que una quiere, desde el fondo del corazón.

A veces es difícil porque los deseos profundos se entierran y quedan medio deformes por pasársela aplastados bajo un montón de sensaciones y sentimientos.

Puede ser difícil observar con nitidez cuál es la situación en la que una está parada, y más difícil, aceptar lo que se está viendo.

Pero creo que también puede no ser difícil; puede ser, nada más, duro. Empieza por decidir hacerlo fácil. Después de la decisión, se buscan y aprovechan ayudas, apoyos; siempre hay.

Silvia Parque

domingo, 21 de abril de 2013

Un premio por la mañana

Inma, de Territorio sin dueño, me ha concedido el premio "Los siete pecados capitales de la lectura".

Se trata de responder preguntas, y eso me hace ilusión. Pero lo haré en la siguiente entrada, porque dedico la presente a publicar que esta deferencia por parte de la bloguera más premiada a mi alrededor, llega en el momento exacto en el que trataba de volver a sentir gusto por lo que me da gusto, y de dar valor a mis gustos, en independencia de la presencia/ausencia de quienes no son yo... de cualquiera que no sea yo. Hasta de quien es bien importante.

En verdad, nuestros actos pueden ser vía para que mensajes de Dios -la Vida, la energía del universo, o como le quieran llamar- lleguen a donde están necesitándose.

Silvia Parque

miércoles, 27 de marzo de 2013

Funciones de un blog

Además de este blog, tengo el que fuera hasta ayer mi blog-fan, que ahora está recién renovado [ACÁ], y otro más: un blog que podría ser blog-catarsis o -terapeutico, en el que expresé impresiones, necesidades y sentimientos en situaciones críticas. Fue un espacio de grito desesperado... con suspiros de alivio pero sobre todo, de grito desesperado. Ayer lo saqué de circulación porque terminó su ciclo. Pero fue bueno que fuera.

Pasados por un filtro, algunos de los gritos pueden ser textos interesantes.

Silvia Parque

lunes, 25 de marzo de 2013

Querido Tommy


Me centro en dos cosas: Primero, en el reconocimiento que hace el enamorado, de que no tiene lo necesario para que sus palabras conmuevan y persuadan a su pretendida. El experto en palabras responde, poco más, que eso es lo de menos. Pero a veces es cierto: a veces nuestros modos adolecen tanto, que mejor sería que alguien nos prestara los suyos. Y puede que no sea cuestión de nuestros modos, puede que el destinatario del mensaje hable otro idioma sentimental... o epistemológico.

Luego está el error de enfoque. El enamorado no sabe si, para conmover y persuadir, bastará con decir a su pretendida que la ama; el experto sugiere que sí. Pero a veces, tanto dar vueltas y buscar recursos, se debe a que creemos que el destinatario no ha escuchado, no ha entendido, no ha comprendido, no ha alcanzado a percibir, cuando simplemente, el destinatario rechaza. A veces tenemos miedo de que el destinatario no escuche, no entienda, no comprenda, no alcance a percibir, porque en el fondo ya hemos sentido el "no" antes de preguntar.

Silvia Parque

sábado, 19 de enero de 2013

Evolución emocional musical

Estaba yo en el tono de "¿lo has hecho ya?, di la verdad, me da igual" ["Corre"], pero me moví a "ya pasó, ya pasó, ya pasó" ["Ya pasó"].

¿Para que echarle limón a las heridas?

Si "siento mi espacio intacto en tu respiración" ["Mía"], mejor quedarme con que "Esta noche estamos vivos, solo este momento es realidad" ["Yo no sé mañana"].

Silvia Parque