Las niñas y niños que viven abuso sexual son aislados a través del secreto; la amenaza o simplemente la orden dada por alguien con autoridad traza una mordaza - prisión invisible.
El aislamiento se ha empleado como recurso para doblegar la voluntad de las personas. De hecho, puede ser una tortura.
Por eso no deberíamos quedarnos solas, nunca. A las mujeres nos hace mucha falta conversar porque el mundo social, en general, no está hecho de modo que nos convenga; más bien, nos oprime.
Creo que ya conté esto aquí, pero es lo que tengo en mente, así que ahí va:
Cuando B comió plátano por primera vez, su evacuación fue una cosa que parecía llena de lombrices. No recuerdo si necesité minutos, horas o días para entender que había sido el plátano. El caso es que mi abuela me contó que también se sorprendió con el primer pañal post-plátano de la primera de sus hijas. Ella sí se asustó y llevó el pañal sucio con el pediatra. Eso me dejó impactada. No que mi abuela mostrara el pañal al médico, sino que yo no me hubiera enterado antes del asunto, habiendo convivido con bebés en mi casa toda la vida; luego, además, vi que mi abuela y yo no éramos las únicas. ¿Cómo es que algo así no lo sabe todo el mundo? ¿Cómo es que no nos enteramos de que es común y normal que en el embarazo haya una línea oscura cruzando el vientre? ¿O de lo común que es la incontinencia urinaria entre mujeres?
Es que no hablamos suficiente.
A muchos les sorprendió que hubiera tantísimas mujeres contando que habían sido acosadas, abusadas, violadas; pero muchas mujeres más bien encontramos muy familiares las historias: aquello igual que lo que le pasó a la prima, esto tal como me pasó a mí... Porque son cosas que han pasado generación tras generación y se han contado quedito, asfixiando la comunicación para proteger el estado de cosas. Como un secreto que sabe todo el mundo, pero se mantiene como secreto. Es perverso. Creo que hace falta hablarlo más y hablarlo en voz alta.
Muchas veces, callamos y nos aislamos por lealtad hacia otros; pero habríamos de ser leales con nosotras mismas, primero.
Nos perdemos de la perspectiva que nos abre el comentario de la amiga, del espejeo que puede darnos oír su experiencia o simplemente del efecto de verbalizar lo que estamos pasando y sintiendo.
Yo hablo cada vez más y estoy agradecida por las mujeres que me escuchan y por aquellas con las que converso.
Silvia Parque
Me has hecho pensar sobre la lealtad a la familia del acosador guardando el secreto del acoso, como si fuera una vergüenza para todos sus seres queridos, cuando lo lógico sería que fueran ellos mismos los que se separaran de él. Comprendo que a veces es muy sencillo decirlo pero complicado llevarlo a cabo, pero el asunto me ha recordado al amparo de la Iglesia a los curas pederastas, o el de los políticos de un partido a sus colegas corruptos. Guardar o ayudar a guardar el secreto es como hacerte cómplice.
ResponderEliminarPues sí, es tanto verdad que guardar el secreto es hacernos de algún modo cómplices, como que es muy complicado no hacerlo :/ Me refiero a la familia. En el caso de las instituciones como las iglesias o los partidos políticos creo que actualmente no hay complicación real más allá de la comodidad o el beneficio propio... Creo que en la familia está la sensación de cuánto van a ser lastimadas o perjudicadas personas inocentes y eso creo que es algo que se entiende que alguien sopese, no sé si me explico: digamos que una mujer que se entera de que el padre, ya viejo, abusó del hermano, puede temer el impacto que eso tenga en la madre, ya vieja. No sé. No digo que esté bien guardar el secreto, digo que es complicado. Claro que no debería haber nada que pensar si la persona damnificada quiere o pide que se hable del tema; en ese caso, con tristeza, pena o miedo, toca hablar...
EliminarEs verdad, no hablamos suficiente, y la anécdota de ese plátano en la dieta infantil, en tu caso, y en otros muchos, es una prueba.
ResponderEliminarPor comunicar, antes de inventarnos amigos invisibles. Un abrazo
Por comunicar, Albada.
Eliminar¡Un abrazo!
Hola.
ResponderEliminarHablar entre nosotras siempre ayuda, a veces las cosas más normales nos sorprenden porque se han guardado como si fueran tabú.
Muy feliz día.
Cada día me convenzo más de eso ;)
EliminarMuy feliz día, Marigem :)
Querida Silvia, tu post es un bálsamo que da, ¡qué bueno!, mucho de qué hablar. Creo que lo único que agregaría en cuanto al tema del acoso es el hecho de que o bien se cuestiona o se minimiza y resta validación a las víctimas que deciden hacer del acoso sexual un tema público. Fuera de los temas biológicos de pubertad, sexualidad, maternidad y menopausia, es bien difícil encontrar verdadera “hermandad” entre las mujeres: el juicio constante es, en mi opinión, la amenaza más insidiosa a la tan necesitada honestidad. Así vamos, la casada juzgando a la promiscua; la soltera a la madre de cinco hijos; la profesional al ama de casa... y así vamos. Se te agradecen las palabras. Un abrazo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con tu agregado. Tan común eso de "¿y por qué no lo dijo en su momento?" Como si ahí estuvieran las instituciones y el orden social amparando que una denuncie...
EliminarTambién creo que hay muy poca "hermandad" entre mujeres; pero, aquí difiero: creo que no es nada difícil "encontrarla". Trataré de explicarme:
Creo que ocurre tal como dices: unas señalando y juzgando a las otras, toooodo el tiempo; pero creo que en cuanto nos conocemos un poquito, muy poquito, en cuanto hay un punto de encuentro mínimo, nos hermanamos, rápido y sinceramente. Y creo que sí hay una especie de movimiento haciendo crecer esta especie de lazo entre mujeres diferentes entre nosotras, capaces de encontrarnos, de hablar, de sostenernos, apoyarnos, inspirarnos, etc.
¡Un abrazo, Taty! Gracias por tu amabilidad, que tan bonita sensación me deja siempre.