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jueves, 22 de diciembre de 2016

B y C en el parque de los parques

¿Recuerdan que B no es Emily?

Una amiga nos invitó al parque. Ella, su niña, B y yo, iríamos a un parque grande muy bonito que queda más o menos cerca de nuestra casa, pero al que solo hemos ido dos veces porque sin coche es una lata. ¡Un lujo! Sin embargo, mi amiga se puso guapa y a la hora de la hora, fuimos al parque de los parques de la ciudad: un lujazo.

Podría extenderme en cómo B disfrutó lo que disfrutó y cómo experimentamos lo que no disfrutó; pero lo que quiero asentar es la enorme diferencia entre las niñas. Mi amiga puede caminar mientras su hijita, a la que llamaré C*, camina a su lado, hacia donde ella le conduce; C acepta andar el camino simplemente yendo hacia un lugar. B se detiene, explora, quiere ir tras lo que le llama la atención; hay que llegar hacia el borde, probar esa esquina, ver lo de más allá. Mi amiga puede concebir que yo me detenga a tomarles una foto porque ella podría detenerse a tomarnos una, con C por ahí sin alejarse. La supervisión que B requiere en un espacio abierto implica mi completa atención todo el tiempo. C está conforme mientras su mamá ve atracciones para mayores. Para B, la idea de ir al parque es subir, bajar, correr, trepar y todo lo que sea moverse, tocar o cualquier manifestación contraria a estarse quieta.

Para mayor información, la hemos pasado fenomenal. Lo último que dijo B antes de quedarse dormida fue: parque, árbol, lago, pato.

* C tiene seis o siete meses más que B; se conocen desde que B acababa de nacer.

Silvia Parque

viernes, 2 de septiembre de 2016

El parque

B ama el parque. Hace unas noches dijo "paaarqueee" con voz casi lastimera, mientras dormía. ¡Soñando! Es de las primeras cosas que menciona cuando despierta y sigue diciéndolo hasta que vamos, cuando estamos ahí y cuando hemos vuelto a la casa. Otra noche de esta semana despertó a las dos de la mañana, fresca como una lechuga, pidiendo guayaba y parque. Tal vez no hay mejor lugar en el mundo.

Formación Cívica y Ética. Primer grado.
Tiene un libro de Educación Cívica de primero de primaria, donde aparecen varias ilustraciones de parques. Hay una grande que le encanta. La busca, repitiendo con una emoción casi ansiosa "parque-parque-parque". Cuando la encuentra sigue repitiendo "parque-parque-parque", pero más emocionada todavía.

Siempre empezamos con el columpio, porque es un rato que me doy. Me columpio con ella en el regazo, mientras digo "arriba-abajo", o le canto "estamos en el parque" o le echamos porras a lo que ella va indicando (usualmente: su papá, la teta y el parque).

Luego del columpio, puede que camine; me gusta que conozca la diferencia entre pisar las baldosas, pisar la grava y pisar las piedras grandes. Me da la mano cuando se le dificulta guardar el equilibrio. Solo una vez se ha caído como para llorar...

No tiene claros los límites del parque porque la calle está empedrada; muy mal empedrada, excepto para el juicio de B, a quien le parece bueno andar por ahí. La primera vez que quiso cruzar la calle, al llegar a la acera dio la vuelta pertinente rumbo a nuestra casa, caminó, se detuvo frente a nuestra reja y quiso entrar. No tenía idea de que reconocía la casa.

También puede que después del columpio vaya al sube y baja, para sentir que carga el tubo o para impresionarse cuando el tubo cae. O a los aparatos para hacer ejercicio que deberían atraer más a su mamá. O al resbaladero, por supuesto -resbaladilla, le dicen fuera de mi rancho-. Ahí hace algo que he visto hacer a todos los niños pequeños con los que hemos coincidido. No sé si tengan un pacto secreto. Ponen piedritas en la parte que queda a su altura. Su otro acto feliz de resbaladero es caminar hacia arriba: no sé si disfruta más la caminata o el momento en que le doy la vuelta y la hago bajar, resbalando.

También nos acercamos a los árboles, a las flores y últimamente a las hierbas crecidas. Su papá le enseñó a no romper lo que está vivo, con mucho más éxito del que hemos tenido con lo de no morder seres humanos.

Comúnmente encuentra algún palito que recoge y luego tira, o alguna piedra especial con la que se queda (está formando una colección que tal vez tenga algo de ilegal).

La pasamos muy bien. Me importa que le dé el aire y el sol, que se mueva, que vea cosas y personas y que se divierta. Casi siempre hay otros niños y con suerte, toca alguno de su edad con el que intercambia aunque sea la mirada. Ayer conoció a Julieta, una niña apenas un mes menor que ella. Pasaron juntas un buen rato. Julieta seguía a mi niña, hacía lo que B hacía, le ofreció su muñeca, le dio un beso... Yo encantada: con el pequeño estrés de estar al pendiente de que la mía no sea brusca ni "abuse" de la generosidad de la otra.

A pesar de que de verdad, siempre me da satisfacción ver su contento y su "despliegue de desarrollo", cada día me da flojera el momento de salir. No está a discusión ni depende de nada: el parque es prioridad por encima de la hora del baño o de cualquier quehacer en la casa. A menos que esté lloviendo: iremos. Pero yo soy sedentaria: del parque me gusta el columpio: sentadita. La verdad es que cuando la lleva su papá me viene muy bien; además él se está con ella ahí mucho más tiempo. Lo genial es que la lleve él, yo haga mis cosas en la casa y pasado un rato les alcance y los acompañe, con él a cargo. Bueno... siempre me da flojera, pero siempre es un gusto llevarla: un gusto grande.

 Silvia Parque

domingo, 8 de febrero de 2015

Fui al parque

Fui al parque. Me senté en la tierra. Jugué con los palitos que había por ahí. Los enterré. Pensé que formaban un bosque de palitos, aunque nadie lo pensaría si los viera.

Hacía mucho que no veía la tierra de cerca: una tierra seca porque recibe el sol, otra no tanto porque queda a la sombra.

Silvia Parque

lunes, 5 de mayo de 2014

El parque

Desde mi ventana se ve el parque. Es angosto, como un enorme camellón; un aprovechamiento del espacio urbano que visto desde la perspectiva de un fraccionamiento residencial puede parecer poca cosa: tiene pocos árboles, poco pasto y no hay arena o buena tierra en el área de los juegos infantiles. Pero aquí se aprovecha mucho. He vivido cerca de parques medio abandonados, sin mantenimiento y sin gente; se vuelven lugares feos y hasta peligrosos. Aquí, en cambio, vienen los papás y las mamás con sus crías; algunos señores caminan por las mañanas y varias señoras aprovechan los aparatos para hacer ejercicio. Como no hay un templo católico cerca, los domingos por las mañanas, los vecinos montan un altar, ponen sillas y celebran la misa; los sábados, los niños tienen catecismo.

Ahora escucho el sonido de las cadenas oxidadas de los columpios. Las nubes se han movido y dejan que el sol intensifique los colores. Hay un joven paseando a su perro, que es otra cosa para la que son útiles los parques. En la colonia, o los dueños de los perros no son muy educados en lo que respecta a recoger el excremento de sus animales o hay muchos perros de la calle; sin embargo, hay una especie de acuerdo de respetar el espacio del parque, que se mantiene más o menos limpio al menos en cuanto a eso. Yo siento que es un sitio que saca lo bueno de las personas porque la intención de los adultos que están ahí es buena; como he dicho: o van a que los niños jueguen o a pasear a las mascotas o a hacer ejercicio. También hay adolescentes noviando, pero eso me parece otra parte bonita del paisaje; se miran y se tocan las orejas, se miran y se acarician el cabello...

Yo no vi, pero oí decir a la señora de la estética, el día que me cortaba el fleco, que unos muchachos estaban fumando mariguana; ojalá haya sido cosa de esa tarde.

Silvia Parque