lunes, 5 de mayo de 2014

El parque

Desde mi ventana se ve el parque. Es angosto, como un enorme camellón; un aprovechamiento del espacio urbano que visto desde la perspectiva de un fraccionamiento residencial puede parecer poca cosa: tiene pocos árboles, poco pasto y no hay arena o buena tierra en el área de los juegos infantiles. Pero aquí se aprovecha mucho. He vivido cerca de parques medio abandonados, sin mantenimiento y sin gente; se vuelven lugares feos y hasta peligrosos. Aquí, en cambio, vienen los papás y las mamás con sus crías; algunos señores caminan por las mañanas y varias señoras aprovechan los aparatos para hacer ejercicio. Como no hay un templo católico cerca, los domingos por las mañanas, los vecinos montan un altar, ponen sillas y celebran la misa; los sábados, los niños tienen catecismo.

Ahora escucho el sonido de las cadenas oxidadas de los columpios. Las nubes se han movido y dejan que el sol intensifique los colores. Hay un joven paseando a su perro, que es otra cosa para la que son útiles los parques. En la colonia, o los dueños de los perros no son muy educados en lo que respecta a recoger el excremento de sus animales o hay muchos perros de la calle; sin embargo, hay una especie de acuerdo de respetar el espacio del parque, que se mantiene más o menos limpio al menos en cuanto a eso. Yo siento que es un sitio que saca lo bueno de las personas porque la intención de los adultos que están ahí es buena; como he dicho: o van a que los niños jueguen o a pasear a las mascotas o a hacer ejercicio. También hay adolescentes noviando, pero eso me parece otra parte bonita del paisaje; se miran y se tocan las orejas, se miran y se acarician el cabello...

Yo no vi, pero oí decir a la señora de la estética, el día que me cortaba el fleco, que unos muchachos estaban fumando mariguana; ojalá haya sido cosa de esa tarde.

Silvia Parque

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