viernes, 14 de diciembre de 2018

Dejé de congregarme

Me convertí en cristiana en la peor época de mi vida. Buscaba sobrevivir y lo conseguí gracias a eso. No se solucionaron mis problemas mágicamente, no dejé de tener los defectos que tenía, no me sentí feliz cada uno de los días siguientes; pero todo se transformó, para bien, antes de que yo cambiara nada o desarrollara ninguna habilidad.



Había ido a terapia psicológica, había pasado mucho tiempo en sesiones de psicoanálisis, había recibido tratamiento neurológico y todo eso fue útil, pero nada se acercó al efecto de haber dicho que sí: que aceptaba a Jesús en mi corazón. Nada tan inmediato, absoluto y perdurable. Será porque lo tomé en serio.

Cuando el papá de B y yo intentamos "regresar", mi cristianismo fue una de las cosas a las que puso "pero" -luego vería lo conveniente que puede ser tener una esposa cristiana-. Le recordé que yo siempre había sido creyente y le aseguré que no había dejado de saber las cosas que sabía, ni había dejado de usar mi criterio.

Creo que ya he contado esto, pero vuelvo a ello para introducir el tema de mi descongregación.

En mis primeros meses como "nueva" en la iglesia, temía que los demás descubrieran mi desacuerdo con casi todo o que me consideraran impostora en función de sus asunciones a partir de mi "sí, acepto". Ese temor se fue en la medida en que encontré amparo y respeto, pero también gracias al siguiente planteamiento:

Mi Pastor me dijo, palabras más, palabras menos, que yo era cristiana si creía en la redención por Cristo: que todo lo demás era religión y podíamos estar o no de acuerdo en ello. Eso me liberó, en el sentido de sentirme "con derecho" a andar por ahí -en las reuniones o lo que se ofreciera-, siendo quien soy, pensando lo que pienso.

Creo que en mi posición como miembro de una comunidad de este tipo, desarrollé humildad, practiqué la prudencia y conseguí respetar las diferencias. Nunca me costó trabajo "filtrar" de cualquier mensaje o práctica, lo que según mi entendimiento venía de parte de la persona o de la tradición y no de parte de Dios. Asumía que estaba en una estructura vertical y patriarcal, por lo que no iba a sentirme continuamente interpelada o en oposición a lo que correspondiera a dicha estructura. Por cierto -lo he comentado antes-, hay algo de mala voluntad y mucho de prejuicio en la imagen estereotipada que se tiene de las congregaciones cristianas.

Ahora que hay de congregaciones a congregaciones...

Cuando me mudé al lugar en el que vivo, empecé a asistir a la reunión cuya ubicación y horario me resulta más accesible, en una congregación completamente diferente a las que conocía. Las personas eran amables y el culto era lo que es cuando una va a lo que va; pero el "estilo" era otro y expresaba otra manera de vivir el cristianismo.

Empecé a sentirme, cada vez más, no solo en desacuerdo como cuando una opina diferente, sino también incómoda como cuando una sabe que está mal permanecer sentada y callada, "recibiendo" algo.

Empezó con una incompatibilidad cultural. Las expresiones del Pastor reflejaban una cultura de la pobreza que no comparto y las problemáticas de la vida que abordaba tampoco eran aplicables a mi situación o la de mi familia. Pero bueno: humildad, prudencia, respeto y sobre todo: el foco en lo importante.

Más difícil era convivir con su apología de la disciplina punitiva. En otras congregaciones, me había tocado escuchar prédicas en  las que se da por sentado que pegar a los niños para enseñarles es recomendable y prácticamente indicado por Dios; pero aunque suene a justificación, la manera en que se expresan es enteramente distinta a la del Pastor de esta congregación de la que hablo. Los actos y las declaraciones adquieren sentido en el contexto: acá había autoritarismo, brevedad y cerrazón, que no había en los otros casos.

Luego, estaba su conservadurismo machista. Suerte que conocí otros modos de hacer y ser iglesia, realmente liberadores y edificantes para una mujer. Entendí que todo era parte de la cultura de la comunidad y podía tolerar lo que no acepto... Pero luego apareció una especie de ignorancia brutal: prédicas no solamente con argumentos mal construidos, sino con falsedades. Literalmente, adoctrinación basada en videos virales de internet. En corto: se les fueron las cabras al monte con lo que llaman "ideología de género". Yo no espero su acuerdo con la agenda de la comunidad LGBTQ; pero, mínimamente por dignidad, no se vocifera como prédica el último bulo circulando en Facebook.

Es claro que los Pastores no son más que personas. Cualquier Pastor:

- Puede tener un empleo pobre del lenguaje. Yo, por deformación profesional corrijo interiormente, en automático, mientras escucho; trato de que eso no interfiera con mi percepción del mensaje.
- Incluye un dato equivocado, una falacia, una metáfora no lograda o desafortunada.
- Cae en la tentación de dar por cierto algo que leyó por ahí sobre un tema del que no es experto.

Lo maravilloso es que la Gracia de Dios hace que cualquiera transmita efectivamente el mensaje pertinente a la persona receptiva.

Pero hay que tener consciencia de nuestros límites, medir nuestras palabras (Mateo 5:37), sobre todo cuando estamos frente a personas que nos confieren autoridad moral. Si bien el Pastor protestante no tiene el halo de infalibilidad que suele atribuirse al sacerdote católico, las personas están predispuestas a creerle, en tanto conocedor de la palabra y ministro de la fe. Y entre menos recursos para el juicio crítico tengan esas personas, la responsabilidad de la "autoridad" es mayor. Me pareció patético atestiguar el adoctrinamiento en la ignorancia, de una comunidad sin contrapesos culturales edificantes.

No pretendo ir a un servicio dominical a sentirme cómoda o a disfrutar; pero me importa que mi presencia y mi silencio no se traduzcan en complacencia o condescendencia con lo que considero incorrecto, dañino o malo. Aspiro a dar a mi hija un ejemplo de integridad.

Así que me comuniqué con mi Pastor-original, que me aconsejó poner mi fe en la posibilidad de volver a una congregación como la que yo necesitaba. Estuve más que de acuerdo. Pero me dijo otra cosa también: que una vez ahí -en la congregación que yo necesitaba-, echara raíces.Y eso me hizo pensar.

No había echado raíces porque no pertenezco.

Las congregaciones se forman por personas que comparten valores, principios,cultura; no solamente una creencia, por más fundamental que sea. De hecho, tanto los católicos o los mormones, como los testigos de Jehová, son cristianos porque creen en la redención por Cristo. Pero creen también otras tantas cosas. Tienen doctrina, rituales y formas de vida. Así que del mismo modo en que no puedo ser católica, no puedo ser una "cristiana-que-es-parte-de-una-congregación". No tengo sus valores, principios o cultura; no creo en lo que creen sobre la mayoría de los elementos que forman parte de su fe, por ejemplo, la naturaleza de la Biblia.

No es que no supiera esto antes. Es que aposté por una continua depuración de lo religioso para quedarme con lo espiritual. De hecho sigo creyendo que eso es posible.

Pero ahí están las asociaciones. La disonancia que resulta de permanecer sentada y callada, "recibiendo algo" o "siendo parte de algo" que me parece no solo incorrecto, sino incluso "malo".

Creo que puedo rastrear esta disonancia hasta el alza en la notoriedad del Frente por la familia y el Partido Encuentro Social; tal vez, empezó cuando se me pidió por primera vez, una firma a favor de una iniciativa de ley impulsada por organizaciones cristianas. Se podrá suponer que es tan sencillo como no firmar algo con lo que una no está de acuerdo. Pero me empezó a quedar la impresión de estar asociada con aquello que conforma los movimientos políticos conocidos como "de derecha" y para mí no es una cuestión superficial. Hay que ver a Bolsonaro. Yo no puedo estar de "ese lado". No puedo ser parte de los que piensan que el sexo homosexual lleva al infierno. Para empezar, no creo en el infierno. Podía estar con ellos; pero notar los efectos de su incursión en política y educación me pone en alerta...

Hace poco entré a una página de Facebook para conocer sobre una organización cristiana que me interesó porque un joven que quiero mucho está de algún modo vinculado a ella. Una de las publicaciones decía, literalmente "desmintiendo la teoría de la evolución a través de títeres". Con lo poquito a poco que se abre camino la educación en este país tan inequitativo, tan lleno de analfabetas funcionales... No voy a estar de ese lado.

Silvia Parque

4 comentarios:

  1. No echar raíces no es tragedia alguna. El apego excesivo siempre amputa demasiado, así que. con fe o sólo medias, es la actuación, buena o cristiana, lo que condicionará la educación de la nena

    Interesante tu trayectoria, la mía era muy plana. Dejé de creer, y ya nunca más. Un abrazo

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    1. Creo que echo raíces en mi hogar ;)
      Yo he creído siempre, hasta en los tiempos de mayor duda.
      Un abrazo

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  2. Dios quiera que encuentres una Iglesia donde asistir.
    Creo que es tan importante pertenecer a un lugar como el árbol necesita una raíz, pero no es tan fácil hallar una donde sintamos que "ese " es el lugar adecuado.
    No siempre estará a la altura de mis espectativas, me he dado cuenta con el tiempo cuando voy de visita a otro lugar que no me gusta la voy del cantante, o la estridencia de los músicos , incluso algún olor.
    Pero en mi Comunidad me gusta casi todo, aunque no siempre estoy de acuerdo con algunas cosas, o me disgusta algo, puedo tolerar porque pertenezco, los amo.
    Por eso ruego que halles un buen lugar. Lo deseo de corazón.

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    1. Gracias, Ojo humano :) Creo que encontrar un lugar para mí requeriría algo totalmente reformulado, muy diferente a lo que hay... o tal vez una comprensión de mi parte que ahora no vislumbro.
      Abrazo.

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