viernes, 13 de abril de 2018

Los mecanismos de la recompensa

Escribía AQUÍ sobre la maravilla que son para mi vida las aplicaciones en mi teléfono. Hace unos días descargué Roubit [AQUÍ ESTÁ], un "gestor de rutina diaria" y de inmediato sentí su efecto. Me hace hacer las cosas. Una maravilla. Tenía muchísimo sin conseguir hacer en un día todo lo que quería y zaz, que lo consigo. ¡Quienes diseñan estas cosas merecen hacerse ricos!

Roubit es básicamente una lista de lo que tienes por hacer, en la que marcas si ya lo hiciste. Una especie de agenda sencilla. ¿Entonces por qué no simplemente tomar un cuaderno, enlistar las "cosas por hacer" y marcar cuando se hayan hecho? Es una opción; pero en mi caso, no tiene el mismo efecto. Cada detalle en la aplicación ayuda a que funcione del modo en que lo hace; por ejemplo, que cuando todas las tareas fueron hechas, aparezca una carita feliz en el día correspondiente, en el calendario. 

¿Qué gano con las caritas felices? ¿Qué diferencia hace el hecho de que a cada cosa le corresponda un color? Si fuéramos robots, no importaría. Si fuéramos más espirituales tendríamos motivaciones más trascendentes. Pero la verdad es que funcionamos siguiendo determinado estilo de pensamiento, en concordancia con determinados esquemas mentales y respondiendo a condicionamientos

Me resultó muy ilustrativo el cambio en Duolingo [ESTE SITIO]: un sitio para el aprendizaje de idiomas en el que practico mi inglés y me acerco al francés. Su modelo funcionaba de una forma que me encantaba, a mí y a otros tantos; cambiaron la jugada y la primera reacción de varios es de respingo: podemos pensar que es resistencia al cambio, pero hay algo más. En el modelo anterior, el avance iba dorando circulitos; el camino se marcaba como "ya hecho" y se accedía a lo siguiente. Con el modelo nuevo, nuestros circulitos perdieron su color dorado y nos dan oportunidad de hacer más niveles de las mismas unidades. Fue interesante leer comentarios de los usuarios molestos. ¿Dónde estaba su avance?

No perdimos nada en el mundo material. Nada nos obliga a volver a esas unidades y hacer los nuevos niveles que se nos ofrecen. Pero hay una sensación de pérdida y de que ahora eso "está sin hacer". Entender cómo funcionan los mecanismos mentales de la recompensa y la satisfacción es entender buena parte del comportamiento humano.

Silvia Parque

4 comentarios:

  1. A través de esas aplicaciones, que por supuesto no conocía, expones lo que mueve al niño a seguir haciendo bien las cosas. Es la palabra de aliento, la sonrisa de la madre o del padre, la palmada en la espalda del jefe cuando somos mayores, el sobresaliente en las notas. Se llama recompensa, como titulas el post. Somos humanos, y aquí coincido contigo, un robot no necesitará nunca una palabra de aliento o un simbolito de ánimo que vas bien.

    Linda entrada.

    ResponderEliminar
  2. Me has recordado a un corazón (el de Jesús) que me hacían pintar las monjas cuando iba a hacer la Primera Comunión. Cuando hacía algo bueno le ponía una florecita y cuando era malo le tenía que clavar una espinita. Ya sabes que antes las cosas eran más a lo bruto.
    En el fondo seguimos siendo un poco niños.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ouch! A mí, mi abuela me decía que cada vez que nos portábamos mal, le enterrábamos más la corona de espinas que llevaba. Impactante para una niña.
      Sí: en el fondo seguimos siendo un poco niños :)

      Eliminar