Ayer fue un día de buenas noticias y pequeñas complicaciones, con un crítico momento de desesperación por la tarde, en el que volví a gritar: "¡Yaaaaa! ¡Por favor, déjame trabajar! ¡Espeeeraaa!" (multiplicado por cuatro, más o menos).
B había esperado mientras yo opcionaba por la mañana, mientras me bañaba, mientras hacía la comida, mientras tenia una entrevista inesperada, mientras daba clase, y ahora debía esperar mientras yo hacía que mi teléfono emergente leyera mi chip y lograba opcionar de nuevo. Se quejó, se retorció y gritó.
En cuanto me desocupé, la cargué, le di teta y se quedó dormida. Sé que tenía sueño desde rato antes, pero también sé que estaba descargándose del estrés por el mal rato y eso me da mucha pena. Es horrible gritar a tu hija de un año siete meses, sobre todo cuando su demanda es "hazme caso, quiero estar contigo".
Me queda claro que en realidad, por ejemplo, apenas me buscó mientras hacía la comida; su papá estaba ahí, acababan de regresar del parque y disfrutaban la novedad del chicozapote: B se llenó cara, ropa y manos y le dio gusto verse en el espejo convertida en hija postiza de Cepillín. La ida al parque fue mientras yo hablaba con mi afortunada visita inesperada, así que ella tampoco sufría en el momento de mi entrevista. No es una niña metida en un corralito durante horas, ni colocada frente a un televisor para estarse quieta; no se le deja de lado. Pero su demanda se cruza con mi deseo y me produce un poco de frustración y un dejo de culpa; si pudiera, trabajaría solo en las horas en que a ella le viniera bien.
Eso, respecto a no darle mi atención en todo momento.- Es lo que hay, no pasa algo grave.
Otra cosa es gritarle. Nada justifica que le grite, así que me disculpo con ella y se lo explico: que no se lo merece, que me porté mal y lo lamento; que le pediré a Dios que me ayude para no volverlo a hacer... Cuando vuelve su papá, le digo delante de ella que tenemos que contarle que hoy mamá se desesperó y gritó y eso está muy mal. Me doy cuenta de que evito decir que "le grité"... como si hubiera gritado al aire. Espero que Dios sane su corazón, porque a mi me queda claro que aunque se levante pensando en otra cosa y se muestre la mar de contenta, ahí está ya la impresión que causé... otra vez.
Mi caso es ilustrativo de cómo gritamos -o pegan, los que pegan- porque podemos y por incapaces. Aunque estés a punto de explotar en un trabajo, no le gritas a tu jefe; en todo caso, le gritas a tu subordinado con el que -se supone- no te pones en riesgo. Aunque conozcas la teoría sobre gestión de emociones, hace falta estar en paz para reaccionar de modo correcto. Porque se vale enojarse, se vale desesperar, pero hay un modo correcto de interactuar cuando una se enoja o se desespera; también hay un modo correcto con los hijos. Es de humanos fallar, claro.
Silvia Parque
No está bien gritarles, pero tampoco dramatices. Eres una gran madre.
ResponderEliminarBesos.
¡Gracias, Macondo! :)
Eliminar¡Besos!
No te preocupes. Los niños olvidan rápido. Un beso.
ResponderEliminarSí olvidan rápido, pero creo que quedan huellas de las que no son conscientes.
EliminarUn beso, Susana.
Así es Silvia. Yo últimamente pierdo mucho la paciencia con El Niño, porque le he razonado y explicado demasiadas veces. Me veo desbordada y frustrada, y lo hago mal, por desahogarme y por falta de capacidad.
ResponderEliminarSomos imperfectos y fallamos, al menos es un paso reconocerlo.
En cuanto a lo tuyo, no me imagino trabajando y cuidando de una pequeña de año y medio. Con la mía sería imposible. De bebés sí es más fácil, pero cuando caminan, duermen menos y despiertan al mundo, para mi sería imposible.
Hasta qué edad tienes pensado tenerla en casa?.
Un beso
Es un gustazo apreciar desde tus entradas, lo brillante y divertido que es El Niño; qué ganas de que pudiera dejársele ser y hacer sin más; pero sé que no se puede. ¡Te mando vibras de ánimo solidario!
EliminarSobre trabajar con B aquí, es que el plan es yo trabajar mientras su papá la cuida por las mañanas. Sin embargo, el trabajo "se porta mal"; muchos días no consigo mi meta por la mañana y debo seguir en la tarde: ahí es cuando se complica. Hay veces que ella está en lo suyo y yo hago llamadas, nos decimos algo, nos damos cariñito y yo vuelvo al trabajo y ella al juego. Pero hay veces, muchas veces, cada vez más veces, en las que es muy difícil.
Siempre he pensado que estará conmigo hasta que vaya al jardín de niños, a los tres años. Yo espero que estemos en otro país para entonces; el tiempo vuela y a veces me asusta pensar en que se llegue ese momento y estemos aquí, porque no voy a llevarla a una de las escuelas de alrededor.
¡Un beso, Matt! Muchas gracias por compartir; me siento acompañada.