sábado, 13 de agosto de 2016

"Dichosa ella [...] que tiene mucho de donde y de qué comer"

Después de una semana muy pesada, ya solo con restos de la varicela de B, me tomé un rato de la tarde de vacaciones. Fui a un café cerca de la casa, pedí un frapuccino mocha y empecé El Diosero, de Francisco Rojas González. Qué dulzura desde los primeros párrafos; qué intensidad de esa que se siente en el vientre. Deberían darlo a leer en secundaria.

Para el tercer cuento, todavía me quedaba café, pero tuve que regresar a mi casa. Era "Las vacas de Quiviquinta"; un cuentito que empieza describiendo el hambre de Estaban Luna y del resto del pueblo de Quiviquinta. Del resto del pueblo, pero no de la bebé que tiene su teta.

El jueves, Esteban y Martina van al tianguis con la niña, a ver si pueden vender a "búlique", la gallina...
La niña sigue llorando; Martina hace a un lado la caña de azúcar y cobra a la hija de los brazos de su marido. Alza su blusa hasta el cuello y deja al aire los categóricos, los hermosos pechos morenos, trémulos como un par de odres a reventar. La niña se prende a uno de ellos; Martina, casta como un matrona bíblica, deja mamar a la hija, mientras en sus labios retoza una tonadita bullanguera.
Una pareja bien comida llega al tianguis en automóvil. Por setenta y cinco pesos al mes, Martina se va con ellos para hacer de nodriza.
- ¡Quiero! -responde ella. Y luego al marido mientras le entrega a su hija-: Anda, la crías con leche de cabra mediada con arroz... a los niños pobres todo les asienta. Yo y ella estamos obligadas a ayudarte.
Tuve que irme a mi casa, a ver si ya quería teta mi niña. Estaba dormida. Seguí leyendo.

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. A ver si la niña, al ver que no estabas, se había metido entre pecho y espalda una leche de cabra mediada con arroz y por eso dormía tan ricamente.
    Besos.

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    1. ¡Sería eso, porque durmió un ratote! :D :D
      Qué bonito dices, Macondo.
      ¡Besos!

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