Eso pasó en la parte clara de mi vida. Pero algo más estaba pasando.
Siempre tardaban en ir a recogerme. Yo me quedaba dentro o cerca del salón. Cuando la escuela estaba ya muy sola, un niño que a mí no me parecía niño, me llevaba a "las piedras", lejos, y me ayudaba a "escalar". Ahí se abrió una puerta a la dimensión desconocida. Él me parecía fabuloso, en el sentido literal. Un día, desapareció como si nunca hubiera estado. Los años siguientes, me sentía entre aliviada y encantada de ver las marcas que él había hecho en las piedras para señalar las que podían ser pisadas con seguridad. Ahora entiendo que seguramente iba al salón a saludar a mi maestra (su ex maestra) y que seguramente estaba en sexto grado y se graduó. Pero mucho tiempo me pareció que tal vez yo lo había inventado todo; de hecho, si sigo pensándolo, me entra la duda.
Ahora entiendo, también, que ahí me deslicé al goce; que ahí se estrenó la locura con la que iba a entregarme después. Los niños me regalaron flores, me gustaron, me dejaron de gustar, lo que sea alrededor de "enamorarse" como ocurre en las novelitas; pero esto otro, de lo que no escribí en mi diario, de alguien cuyo nombre no puedo recordar: esto era seducción y me tomó.
Silvia Parque
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