miércoles, 1 de julio de 2015

Preparar la derrota

2 Corintios 5:7

Hace años leí o escuché con vehemencia, una buena cantidad de libros o audiolibros de superación personal, varios de metafísica. En oposición a la experiencia o el juicio de muchos, a mí verdaderamente me sirvieron -tal vez porque no pretendía que la lectura fuese varita mágica-.

En uno de los libros que oí, no sé si de Louise L. Hay o de otra mujer, la autora contaba que había estado trabajando a favor de un hombre con problemas económicos, pero que descubrió que el hombre, al mismo tiempo, había estado imaginando cómo encararía a sus acreedores cuando lo increparan por no saldar sus deudas. Recuerdo casi cada una de las ilustraciones de esos textos, y ésta me vino a la mente, ayer.

A menudo se señala lo importante que es creer que conseguiremos lo que estamos buscando, pero debería hablarse más de las formas en que anticipamos no conseguirlo. Se confunde con capacidad de adaptación, cuando las personas elaboran "planes B" antes de tiempo. Otros simplemente nos deslizamos por el camino del drama, como en un tobogán hacia lo malo que puede pasar. A mí me pasa esto último. En el tiempo en que me valí de todos esos recursos de autoayuda -aunque más gracias a otros recursos también empleados-, aprendí a dirigir mi pensamiento: no podía evitar la primera impresión negativa, pero sí podía sustituirla con pensamiento positivo en vez de reforzarla con pensamiento negativo.

No obstante, todavía vivo esos deslizamientos automáticos que me perjudican; creo que solamente me pasa con lo que más me importa, lo cual tiene lo suyo de simpático. Así, encontré ayer que he venido anticipando no obtener, y es como preparar la derrota.

Ya no. No es compatible con la fe en Dios. No puedo evitar sensaciones y sentimientos que traen consigo ideas e imaginaciones que no quiero tener; pero puedo espabilar y reenfocar.

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. Es muy complicado intentar ponerte en lo mejor cuando tu cabeza te está diciendo lo peor, pero como bien dices eso es lo que nos pide la fe. Un beso.

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