Este fin de semana, machuqué el dedito de mi bebé, se metió el agua de la lluvia por las ventanas, traté de sacarle a la niña un suéter sin recordar desabrocharlo, me caí en un charco al tratar de subir a un columpio -con la niña en brazos-, y mi tarjeta fue rechazada en todas partes hasta que me di cuenta de que llevaba un viejo monedero electrónico que hace años no ocupo, del mismo color que mi tarjeta de débito (todo un día tuve que cambiar pañales sin toallitas húmedas, y en verdad: las toallitas húmedas no son un capricho). Como dije: machuqué el dedito de mi bebé. Fui a uno de los consultorios cercanos, que estaba muy lleno; regresé por el camino que había andado, hasta otro consultorio donde no había médico, y volví al consultorio muy lleno -que para ser honesta, ya tenía menos gente-. En realidad, todo el párrafo podría decir, una y otra vez, "machuqué el dedito de mi bebé", pero quería compartir los anexos.
Afortunadamente, Dios me hace el paro como el Dios increíble que es. Mi bebé sonríe -ya lloró bastantito, hoy, pero ahora sonríe-. La lluvia suena bien y hace que huela bien. Habrá café descafeinado, al rato.
Silvia Parque
Ohhh, pobrecillas!!!. Y qué tal esta ya el dedito?.
ResponderEliminarUn beso
Casi bien, Matt, gracias, pero su uñita quedará con un pedacito morado no sé por cuanto tiempo; lo bueno es que no parece molestarle.
EliminarUn beso.
No te preocupes. Ser madre es así. Un beso.
ResponderEliminarQué cosa.
EliminarUn beso, Susana.