lunes, 28 de julio de 2014

Apuntes de la conferencia de Carlos Kasuga

Vi dos veces ESTA conferencia de Carlos Kasuga dirigida a empresarios. La segunda vez me propuse compartir algunas cosas que me llaman la atención y hoy empecé a hacerlo. Es un discurso conservador, salpicado de elementos patriarcales, como corresponde a su ideología progresista. No comparto su cosmovisión; pero sí creo que de los conceptos alrededor de la "calidad total" pueden filtrarse elementos enriquecedores. Esta entrada, pues, tiene sus ideas y sus palabras; las citas textuales están entre comillas, pero todo es suyo, así que tal vez también se me hayan escapado sin entrecomillar, frases tal cual las dijo.

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Hay cuatro ámbitos a tener en cuenta, al crecer hacia la calidad, en lo personal, familiar, empresarial:
- Bien ser. Ser puntuales, honestos, trabajadores, disciplinados, estudiosos...
- Bien hacer. Realizar cada actividad a conciencia. Es dar de nosotros, de nuestro bien-ser, en lo que hacemos. Esto permite lo siguiente:
- Bien-estar. La satisfacción de haber dado lo mejor de una misma. Solamente así tiene sentido el último aspecto:
- Bien tener. Conseguir legítimamente y disfrutar.

"El que cumple sus obligaciones y da más de lo que debe, convierte su mundo en un paraíso. El que solo pide y solo exige, convierte su mundo en un infierno". 

"No saben ustedes la energía que irradiamos nosotros con nuestra actitud. Cómo nos paramos, cómo nos sentamos; todo es energía [...] Cada uno de nosotros es un sol que irradia energía todos los días. Si das alegría, la vida te regresa alegría. [...] Si eres miserable, la vida te regresa puras miserias [...] Por eso la gente miserable es cada vez más miserable. A la vida [...] hay que darle de más, siempre, para que te regrese al triple, todo lo que tú estés dispuesto a darle". 

Porque lo más importante es el "bien ser", la educación es sustancial; pero no la transmisión de conocimientos, sino la educación formativa. Así, por ejemplo, en el Liceo Mexicano Japonés: "Son los mismos chicos los que hacen el aseo de su escuela [puesto que] la calidad empieza siempre desde la limpieza". Porque el ejemplo educa, es trascendental la conducta de las "cabezas" de una organización: "Los pescados se pudren por la cabeza, nunca por la cola".

La clase de persona que vive el "bien ser", no puede sino "bien hacer" y, por tanto, aprovecha la vida. Kasuga plantea que cuando nacimos, "nuestros padres nos abrieron un cuentón de medio millón [...] de horas vida; depende de cada uno de nosotros si las gastamos o las invertimos". La niñez y la adolescencia son etapas subvencionadas para prepararnos; si las invertimos, cosechamos buen fruto; si lo desperdiciamos, la vida lo cobra.

Cuando llegaron a México los inmigrantes de Japón, de la generación de los padres de Kasuga, no llegaron con dinero, ni con títulos universitarios; no sabían ni hablar bien español; pero trabajaron durante catorce o dieciséis horas diarias para conseguir sus objetivos y el trabajo extra hizo la diferencia, porque la diferencia entre lo ordinario y lo extraordinario es precisamente el "extra". Son personas fuera de lo ordinario las que son capaces de llevar el "bien ser" hasta sus últimas consecuencias; como ejemplo, cuenta Kasuga que en Japón, después de las diez de la noche hasta las seis de la mañana, no vuelan aviones que hagan ruido, para no interrumpir el sueño de los bebés, los ancianos, los enfermos. Este respeto por los demás es parte de una cultura en la que la gente puede tener confianza en los otros. "Confianza es una fianza moral". En México, el respeto a la norma en favor de los demás se considera una evidencia de "ser listo" o "tener suerte"; se festeja cuando el niño o el joven consigue algo de modo ilegítimo; pero eso hace que desconfiemos los unos de los otros.

En México, tampoco hay gran cultura de la responsabilidad. El uso común de la tercera persona, en expresiones como "se perdió", "se cayó", "se descompuso", libera de la responsabilidad sobre eventos y procesos. Y es que, entre otras cosas, no hay un ambiente alentador para asumir la responsabilidad. Desde la escuela elemental hasta la empresa, la persona con iniciativa, que falla, se asusta porque es probable que sea castigada. De este modo, salen callos en la cabeza de "no puedo"; las personas trabajan por necesidad a cambio de un sueldo mísero, actúan en función de que no los corran, y siguen indicaciones bajo un chicote. "El error de los empresarios es creer que su gente no puede tener errores". Hay que ver la intención de los hijos, de los trabajadores o de cualquiera sobre quien tengamos autoridad, antes de juzgar la situación del error.

Esta falla en la educación, que merma la capacidad de iniciativa, inicia en las casas y continúa en las escuelas y, como todo, es integral: forma parte de un problema amplio: "La sociedad mexicana ha perdido todo respeto por los maestros de México". El hecho de que cualquier mamá vaya al salón de su hijo a gritar a la maestra de clase es ilustrativo de una de las razones por las que el educador actúa con miedo.  "Cuando México era grandioso, cuando nos atrevíamos a hacer cosas grandes, las tres personalidades más importantes de cualquier pueblo en México, eran el maestro, el cura, y el boticario. El boticario en la salud, el cura en lo moral y el maestro en lo intelectual, y los tres ahora andan por los suelos".

Para hacer que las personas a su alrededor, hagan: pruebe con el elogio. La crítica ante los primeros esfuerzos, desalienta. El que se está formando, pierde la confianza si lo primero que escucha es la lista de los defectos en su hacer. Es más probable que los niños triunfen cuando se sienten respetados, queridos; si repite a sus hijos que son tontos, que siempre reprueban, ¿para qué habrían de intentar actuar diferente, si ya está predicho lo que ellos van a obtener? Todo su ambiente le dice al niño: "no debes", "no puedes"; pero ese "no, no, no", crea personas incapaces. El papel del profesor es fundamental en esto, pero el profesor necesita libertad de acción.

Continuará...

Silvia Parque

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