Al principio, al ver que teníamos agua, gracias al tinaco, no me preocupé. Cuando no hubo más, sí dejé pasara la preocupación; se coló entre el desánimo y la molestia; me puse quejumbrosa y eso fue la gota que derramó el vaso: no me gusta quejarme. Así que di gracias porque no ha faltado agua para beber, y nos las hemos arreglado con el baño. Aprecié lo genial que es, que las tortugas sean animalitos de acuario que pueden estar buen rato "en seco". Y sobre todo, valoré la lección de que eso cotidiano que a veces desperdicio, sostiene mi modo de vida. No vuelvo a dejar de maravillarme cuando abra una llave, y salga agua.
Silvia Parque
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