sábado, 6 de julio de 2013

Día accidentado

Creo que, sin importar la voluntad, hay un  mecanismo automático por el cual una se resiste, desde el fondo del ser, a hacer los cambios importantes que, valga la repetición: cambian la vida. Lo de "el fondo del ser" no es figura retórica; me refiero a la trama psíquica que nos configura como lo que somos, y que actúa por irradiación desde la profundidad de lo más recóndito que nos falta. Así que, cuando decido hacer las cosas que me interesan, me viene un cansancio casi sobrenatural; pero me hago cargo: ajusto, adapto. Empiezo a hacer las cosas y Eso que me habita y que quiere la repetición de lo que ha sido, sabe que provocarme cansancio no va a funcionar. Entonces viene el accidente. El accidente, por supuesto, siempre es en realidad un incidente. Mi mamá me enseñó la diferencia: el accidente no lo causa nada que pudiera haberse prevenido, y nadie es responsable de él.

Así llegamos, el fondo de mi ser y yo, a una hermosa mañana de un viernes proyectado como "el viernes" de obtener resultados. Dejé de ir a una reunión que me importaba, buscando estar fresca para el día en que por fin estaríamos la base de datos y yo, recréandonos en las casi infinitas posibilidades de conocer cómo funciona un invento que traigo entre manos. Y el disco duro de la laptop entró en coma. Esa mi laptop que nada más no es un miembro de la familia porque es como una extensión de mí misma. Hubo suficientes advertencias.

El fatídico evento apresuró que me entregaran una laptop de la universidad para la que trabajo. Entre el duelo por la pérdida y la llegada de la nueva máquina, se fue el viernes laboral. Al llegar a la casa, encontré que esta máquina no conocía la clave para el internet, y había que ir a buscarla para enseñársela. No pudo ser hasta hoy. Fue un día muy extraño. Pero ajusto, adapto.

Silvia Parque

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