Seguramente por algo de lo que soy responsable, el cable que conecta a la energía eléctrica se fue deshaciendo, de modo que la electricidad tenía desvaríos con tronidos y olor a quemado -pasó un buen tiempo antes de que descubriera que el olor a pólvora en la oficina provenía de mi maquinita-. La lap se apagaba de improviso, o había que apagarla rápido cuando la situación se hacía crítica. Como tentempié, el hombre restauró el cable con cinta de aislar, pero luego de unas semanas, empezó a haber un falso contacto entre el cable restaurado y la cajita con su lucesita de tengo electricidad dentro.
Fui advertida de que había que cambiar el cable antes de que se quemara el resto del cargador, y cada uso de la lap se convirtió en un episodio de riesgo, con su tajo de culpa.
Unos dos minutos habrá durado la compra-venta del muy citado cable, en el primer stand de la plaza. Salí pensando que hay cosas que se arreglan tan sencillamente...
Silvia Parque
No hay comentarios:
Publicar un comentario