Este disfrute requirió trascender el genio de la señora de la cafetería. Hubo un tiempo -y no fui la única- en que preferí quedarme con ganas de lo que fuera a comprar, antes que hacer la transacción de cuarenta y cinco segundos con la mujer detrás del mostrador. Su trato es "grosero" en el sentido literal de la palabra. Cuando recién llegó a la universidad, era común oírla regañar a sus empleadas, y poco menos que regañar a sus clientes. Alguien debió hablar con ella, porque cambió su actitud: ahora trata de ser amable; sin embargo, justamente en su intento se nota más su forma de ser: su gesto es adusto desde el interior de sí misma, como si la vida le hubiera resultado muy difícil.
Para bien de todos, ahora le ayuda a atender una jovencita con mirada dulce, que lee a Saramago cuando no tienen lleno de hambrientos.
Silvia Parque
Me alegro de que tengáis alguien amable. Un beso.
ResponderEliminarGracias, me da por pensar que es pariente suya; no se parecen en los modos pero a ella le tiene paciencia.
EliminarUn beso, Susana.