En principio hay que delimitar sobre qué dispone cuál autoridad. Yo no hubiera permitido que un juez dispusiera cómo administramos la vida en mi familia, como sucedía cuando se leía la "Epístola de Melchor Ocampo" en las bodas civiles. Pero cuando hay mucha gente en el banco, y alguien del personal dispone: "todos los que vayan a hacer un solo movimiento de menos de $X, pasen a la fila del centro", hago lo que me piden. En ese caso, me parece una indicación que tiene sentido; pero aunque no me lo pareciera, la experiencia me dice que ellos tienen una visión que a mí me falta, sobre lo que conviene en ese caso.
Hoy participé de un proceso en el que más de cien personas debían seguir ciertos pasos, de cierta manera. No faltó quienes concluyeran que son la excepción a la regla, o quienes se atribuyeran la suficiencia para determinar qué paso era irrelevante. Me parece que puede ser sintomático de un egocentrismo excesivo. Yo en verdad aprecio esa rebeldía adolescente o radical*, que se opone a cualquier cosa que huela a orden; solamente creo que hay que ubicarse: ¿hacer de adolescente o hacer de radical, se corresponde con el propósito perseguido?
* No equiparo la adolescencia con lo radical; es común que los adolescentes sean radicales, pero hay maneras adultas y responsables de ser radical.
Silvia Parque
Discutir la autoridad es un rasgo muy hispano. Así nos van las cosas. Los nórdicos tienen otra mentalidad. Un beso.
ResponderEliminarYo creo que es sano discutir la autoridad, pero no toda, no en todo momento; sobre todo, creo que no se discute lo importante.
Eliminar¡Un beso!