lunes, 6 de noviembre de 2017

Decisiones a partir del sentido

Fui a vivir a Querétaro para cursar la Maestría. Se suponía que no trabajaría. Pasé un primer mes maravilloso, dedicándome a conocer el centro de la ciudad y a leer, pensar, escribir. No duró mucho ese estado ideal; se fue haciendo evidente que necesitaría trabajar y aunque resistí lo que pude, terminé buscando empleo. Fue el peor empleo de mi vida. A lo mejor porque por primera vez me planteaba trabajar por necesidad: eso no se hizo para mí -de verdad, eso siempre ha terminado mal-. Ahora, además, puedo asociar ese empleo con personas cuya presencia en mi vida terminó siendo nefasta. El caso es que me fui, conseguí algo que tenía mucho más que ver conmigo y posteriormente, no mucho después, conseguí lo que quería y viví satisfecha.

Pero quiero hablar de un momento importante en ese primer empleo queretano:

El momento más importante, sin duda, fue el de mi renuncia. Aprendí algo significativo: hay relaciones en las que no solamente no vas a estar de acuerdo con la otra persona, sino que va a haber enfrentamiento y el modo digno de actuar puede implicar que el otro se quede a disgusto. Antes de eso, yo trataba de dejar las relaciones en buenos términos.Ya no necesariamente: aprendí que a veces lo justo es quedar en malos términos. Pero no es de ese momento final (importante) del que quiero hablar, sino de otro. Por el tiempo de camino entre mi casa y el lugar de trabajo, por mi modo de implicarme y por la naturaleza misma del trabajo, terminaba agotada y empecé a dejar inconclusas las lecturas de la Maestría. Era frustrante. Entonces pensé: si trabajo para mantenerme de modo que pueda hacer esto que quiero y el trabajo no me va a permitir hacer esto que quiero, no tiene sentido. Anuncié mi renuncia -al trabajo-, pero me hicieron una propuesta que me convino: iría menos días, durante menos horas y tendría menos obligaciones. Obviamente, ganaría menos dinero. Pero podría leer lo que necesitaba y todo tendría sentido.

Y sí: todo tuvo sentido. Fue difícil reducir los ingresos, pero de no haberlo hecho, tal vez no habría buscado algo mejor que me llevó después a encontrar algo perfecto para mí. 

Silvia Parque

2 comentarios:

  1. A veces, para tomar una decisión, nos falla la perspectiva. Tenemos el asunto tan encima que no somos capaces a elevarnos para verlo tal cual es.

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    1. Así es. Justamente. Ayer tomé una decisión y le contaba a una tía que me oí como si oyera a una amiga: si no fuera yo la que paso por esto, si fuera una amiga, ¿qué pensaría que debe hacer? Perdemos la perspectiva por la implicación, que nos complica; por la inmediatez, que nos reduce la visión.

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