Durante años, creo que casi toda mi vida, antes de hablar con alguien suponía una serie de respuestas que la otra persona podía darme, tras lo cual solía concluir que era irrelevante hablar y la mayor parte de las veces, entonces: mejor no hablaba. Entre lo más importante que me dejaron los años de psicoanálisis, está la comprensión de que necesitaba "decir" para que el otro se enterase. Creo que ya he contado por aquí que mi mamá me compró un juego de química cuando se enteró de que yo lo había deseado toda la vida. Pasó y terminó mi niñez sin que abriera la boca al respecto. Cuando tenía unos doce años, un amigo de un tío mío, me tocó los senos; yo me paralicé de impresión. Horas más tarde, fui con mi mamá y mi abuela a la tienda: me puse delante de mi mamá, de manera que le impedía el paso; esperaba que ella viera mi cara y supiera lo que había pasado. Se molestó y no se enteró.
Claro que si el otro ya sabe, no tiene caso repetir y repetir, como si por decirlo muchas veces fuera a reaccionar o responder como una quisiera. Frecuentemente, nos portamos como si el otro no oyera o no entendiera, cuando si oyó, si entendió: simplemente no hará lo que querríamos que hiciera con eso que le hemos hecho saber.
Silvia Parque
A mí también me ocurría algunas veces. Hacía cosas que no me gustaban para no decepcionar a mis mayores, o no manifestaba lo que me gustaba por si no resultaba procedente.
ResponderEliminarBesos.
Creo que es de lo que hizo que quisiera crecer. Siendo mayor, igual podía no hablar, pero tenía cosas que hacer con eso que se quedaba dentro de mí.
Eliminar¡Besos, Macondo!