Mi regreso al Rancho Grande significó volver al fraccionamiento donde viví varios años antes de casarme. Por el rumbo de mi niñez, no había vuelto ni cuando venía de visita.
Como suele suceder en estos casos, la calle, la cuadra, todo alrededor es más "pequeño" de lo que recordaba. Excepto "mi casa". Como ahora construyen de menor tamaño las casas de colonias populares, no me pareció pequeña. Estuve ahí un par de minutos, dando unos pasos para adelante y otros para atrás, tratando de ver algo más de lo que podía ver.
Necesité caminar buen rato para llegar al lugar al que me dirigía.
Tuve la sensación de "no quiero que me vean", que cargué durante años en Querétaro. Cuando quedé devastada, temía salir a la calle y toparme con tres o cuatro personas. Me recuperé; pero nunca volví a sentirme completamente a gusto y relajada, por ejemplo, en el centro. Acá también pasaron cosas que hacen que tema encontrar al menos a una persona, la diferencia es que esta persona probablemente no sepa que existo: así que es el colmo. En el camino, acomodé las ideas sobre esta mierda.
Silvia Parque
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