A veces, el costo lo paga otro; lo tengo presente porque lo dicen a menudo en la Iglesia.
Yo creo que suelo ser consciente de qué y de cuánto cuesta lo que quiero. Varias veces me he negado a pagar costos altos por cosas que valían, sí, pero que a mi juicio no valían la pena. Muy pocas cosas valen pasar pena.
Cuando una de esas pocas cosas se hace necesaria, qué tentador es negar que tiene un costo, regatear el precio... tratar de huir de la pena.
Silvia Parque
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