Fuera de los grupos activistas parece que esta locura no hace ruido hasta que hay un caso protagonizado por alguien cercano, sea porque es pariente o conocido o porque comparte filiaciones. Las "personas bien" mueven a la compasión y la implicación. La gente casi se apena por haber lamentado la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa cuando se enteró de que efectivamente habían "tomado" camiones y que no era raro que lo hubieran hecho; entonces andaban "metidos en algo" = se lo merecían. Como las mujeres que salen de noche y muestran cuerpo, han de merecer que les pase lo que "andan buscando". No puede cambiar algo hasta que se piense de otra manera.
Yo sé que hace falta educación en derechos humanos; que esto enraiza en el clasismo, en el sexismo, en la miseria -que no es falta de dinero-; que hay indefensión aprendida condicionando las respuestas de las comunidades y etcétera. Pero no deja de impresionarme cómo se pierde de vista rápido y con facilidad, que está faltando el hijo o la hija de alguien: su hijo - su hija. No hace falta ser mamá o papá para entender la conmoción que es tener a un hijo en quién sabe dónde, pasando por quién sabe qué; pero siendo mamás o papás, ¿cómo no sentir empatía? Cómo no percibir que un dolor así desgarra y que tanta desgarradura va a romper algo fuera las personas y las familias, algo que nos atañe a todos.
Silvia Parque
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