Los pañalitos sucios en las bolsas de basura del patio, no ayudan (aunque el camión de la basura pasa todas las noches, excepto las del domingo, a veces las bolsas se quedan con nosotros un par de días). Pero como se dice por ahí: no es lo que hay, sino lo que haces con lo que hay.
Lo que debería hacerse primero es acordar una política doméstica en relación con los dípteros. Lo de acordar se debe a que no todo el mundo aprecia las dictaduras, a pesar de lo eficaces que pueden ser.
Si yo fuera la dictadora de mis sueños, prohibiría terminantemente matar moscas con algo más que el matamoscas. Me parece primitivo y desagradable. Puede que sea necesario en alguna urgencia, pero debería ser muy raro y dar pena. Aún en esos casos, salvo los zapatos, no debería usarse nada que no pueda tirarse a la basura.
Una vez muerta la mosca, hay también que tirarla a la basura. No se desintegran. Habría que limpiar de inmediato el lugar del deceso, pero no pido tanto: es suficiente con que el cuerpo termine donde debe ser.
Luego estarían los estatutos para el manejo del matamoscas.
Un matamoscas debería estar suficientemente lejos de la vida civilizada y suficientemente a la mano para cuando se le requiere. Y nunca de los nuncas debería blandirse. ¡No es un abanico! Hay tal esparcimiento de microbios, moviendo el arma de un lado para otro, que casi mejor dejar a la mosca en paz.
Silvia Parque
Hoy has estado especialmente sembrada, Silvia.
ResponderEliminarBesos.
Son las moscas, Macondo ;) Gracias.
EliminarUn beso.
Los bichos son asquerosos. Todos. Las moscas, además, unas pesadas insoportables! A mí me da mucho asco que maten a una delante de mí...
ResponderEliminarBesos, últimamente ni leo ni escribo, pero quería pasar a saludarte!
¡Saludos desde acá, Telma! Qué bueno que pases :)
EliminarYa sabes que a mí los bichos me gustan, pero con las moscas, estoy contigo.