jueves, 26 de febrero de 2015

Los viejos y los desconocidos

He estado pensado en los viejos. El embarazo me hace tener presente que voy a morir un día; es un proceso que me "trae" al cuerpo y con la materialidad del cuerpo: a la mortalidad. Así que he pensado en la muerte y como quiero morir hasta que sea muy vieja, he pensado en la vejez.

Como decía, he estado pensando en los viejos.

Yo creo que hay que portarse bien con ellos porque hay que portarse bien con todo el mundo, porque necesitan apoyo, por lo que sea... En el caso de "nuestros viejos", está lo que podamos deberles en una cuenta de amor; lo que nos sintamos motivados a amarles en un ejercicio de amor real: con actos; lo que nos sintamos llamados a hacer, según nuestras convicciones. Pero pienso que es especialmente importante que nos portemos bien con el "viejo desconocido", porque en este caso, los "extraños" tenemos una función social que equilibra la armonía universal, cuando estas personas no se han ganado una recompensa o le ponen la tarea muy difícil a los que están cerca de ellos. Trataré de explicarme...

El viejo que está solo, puede estarlo por diversos motivos; a veces, simplemente, la situación se puso en contra; a veces han sido abandonados por sus familias. En este último caso, habrá gente malagradecida, pero también hay gente que tuvo que separarse de ese hombre o mujer que ahora está viejo, por salud mental, por una legítima búsqueda del bienestar. Porque hay gente a la que es necesario mantener lejos, así sean la mamá o el papá. No todas las experiencias con mamá y papá son buenas o regulares: hay unas malas y otras terribles. Hay separaciones del padre o de la madre que son necesarias, y el hijo o hija que logra rehacerse a sí mismo y emprender su camino no va a ponerse a buscar a ese padre o a esa madre por calcular que él o ella envejecieron. Qué bueno que lo hicieran; pero si no lo hacen, se entiende. Hay gente que se dedicó a fastidiar la vida de quienes estaban alrededor; hay gente que sin querer, se dedicó a estropear sus vínculos, y al final están solos. Pero con todo lo que pueden pesar los años, ¿qué ganas de cargar sobre esa persona, el juicio por lo que hizo o no hizo? Como comprendo perfecto que quienes sufrieron a su costa no pueden o no quieren tener empatía y compasión por ellos: para eso estamos los desconocidos.

Luego, están los viejos difíciles. Espero que se lea sin tono despectivo porque la frase solo tiene la intención de exponer una manera de ser que existe. Creo que en la vejez se acentúan nuestras características, buenas y malas, por tanto, la gente difícil se pone más difícil. ¡Y es que hay gente difícil! Hay ancianos que no tienen nada de dulce. A lo que ya traiga la persona, se le puede sumar la dificultad de tratar con la pérdida de capacidades cognitivas y la dificultad de lidiar con las numerosas renuncias que suele tener que hacer un anciano, para empezar, la de su independencia. No es sencillo cuidarles y atenderles. Un día, esas hijas e hijos que les aman, se cansan de oír quejas, se cansan de la faena que puede ser convencer a un hombre mayor de que se meta a bañar. Hay que tener en cuenta que estas hijas e hijos -casi siempre hijas- cuidan y atienden mientras todo lo demás en sus vidas sigue pasando. No es raro que se cansen y endurezcan el trato a su persona querida. Entonces, el desconocido verá a una hija -o a un hijo, pues-, que apenas contesta con monosílabos a la persona mayor; ese desconocido que no está desbordado podría conversar con el viejo. Si lo hiciera sin voltear a ver al hijo/hija con cara de "mira, tu pobre padre, al que yo sí trato con decencia", estaría echando una mano, cubriendo una necesidad con la que el hijo/hija no puede ya. Podríamos ser buenos desconocidos.

Silvia Parque

4 comentarios:

  1. Mi hija visita un centro de ancianos cada dos semanas. Es una gran labor. Un beso.

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  2. Los viejos y los desconocidos...y los viejos por conocer :D
    Un beso!!!

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