La mala jugada está en que justo cuando no nos amamos, o cuando nos amamos menos, es cuando estamos necesitadas del amor de alguien más. La persona satisfecha consigo misma, plena de autoestima, podrá tener la ilusión de una pareja, pero no le anda rogando a nadie que la quiera. No obstante, cuando una no se quiere a sí misma -o no se quiere lo suficiente-, urge ser querida. ¿De qué vale que te digan "quiérete, valórate", si no tienes cariño para darte?
El amor, en sus múltiples variantes, es algo que nos pasamos unos a otros. Somos surtidos de una buena dotación durante la crianza, y vamos compartiéndolo con la exhalación; lo liberamos en el aire y llenamos con él algunos ambientes. El caso es que si por alguna razón no lo tenemos en un momento determinado, está muy canijo inventarlo. Algo en la intuición nos hacer querer que venga de algún lado. Entre más encaprichadas estamos con alguien, más suponemos que tiene que venir de ese lado, es decir, de esa persona que queremos que nos quiera. Aunque hay quien quiere que le quiera quien sea...
Yo pienso que andando con carencias de amor, es un mal momento para lo de "quiérete, valórate"; no porque no sea lo mejor que puede pasar, sino porque es realmente muy difícil. Creo que hay que buscar fuentes de abastecimiento de amor, fuera de una misma, y que es muy importante que no se trate de una persona determinada. Para mí, Dios es la solución perfecta: amor incondicional, infinito, con "A" mayúscula. Otros pueden rastrear en su origen: incluso la peor de las madres fue capaz de sostener con su cuerpo un embarazo y eso, si no habla del amor de ella, habla del amor del universo por sus criaturas.
Silvia Parque
Amarse a uno mismo es lo más complicado. Un beso.
ResponderEliminarAsí es. Hay que ejercitarse en ello, a veces poco a poco :)
EliminarUn beso, Susana.