Creo que me pasa un poco como a Pedro, el de Pedro y el lobo, porque siempre he sido infantil con mi hambre. Hace muchos años, cuando llegaba de la escuela, apenas mascullaba un saludo y me desplomaba sobre una silla: hasta que llevaba comida a mi boca, podía platicar, sonreír, y volver a ser persona. Mi hambre siempre ha sido de "ahora mismo-ya-en este momento". Si voy a salir a comer con alguien o a alguna reunión, como algo antes para no ver a todo el mundo con cara de pechuga de pollo.
Pero ahora el hambre es mucho más poderosa. Casi terrible. Puedo tener un buen almuerzo: cantidad suficiente de jugo, infusión, fruta, y platillo con tres grupos alimenticios. Como alguna fruta, verdura o pan a mediodía; pero si no como a tiempo, a la hora de comer, es como si no hubiera comido nada en dos días. Si pasa un rato, la cabeza se me empieza a poner pesada, le siguen los brazos y las piernas, la niña se enoja, y por supuesto, no puedo pensar más que en comida.
Silvia Parque
Pues a mi eso me esta pasando ahora con la lactancia. Se supone que dar pecho ayuda a perder peso pero en mi caso el hambre puede más.
ResponderEliminarBesos
¡Come! Dicen que hay que comer más lactando que en el embarazo, que de todos modos bajas de peso.
EliminarYo es que estoy muy de acuerdo con comer, no me resisto, pero mi cuerpo parece que cree que lo dejaré morir de inanición si le pido esperar un rato.
¡Besos, Matt!
El hambre terrible... Eso es lo que yo tengo desde que estoy a dieta jajajaja
ResponderEliminarEn serio, yo lo que tengo son ganas de comer ciertos alimentos como patatas frítas o pizza... Tantas ganas que hasta me duele! :)
¡Ay, pobrecilla! Todo sea por septiembre ;D
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