martes, 3 de junio de 2014

Cada quien lo suyo

Dejar al otro que se las arregle por sí mismo, es una muestra de confianza. Cuando el otro no confía en sí mismo, esto puede verse como una declaración de desinterés. Al primer fallo, viéndose solo, puede sentir que el desinterés es injusticia. Y sin embargo, si una cree que el otro puede por sí mismo, hay que dejarle hacer, tanto como hay que dejar que sean, las consecuencias por no haber hecho.

He aprendido que nadie es más que un ser humano, por lo que casi nadie sale librado de lo que aplica para cualquiera. Si malcrías a un niño, no importa que alma buena sea la criatura, será un malcriado. Si sacas a alguien del mismo tipo de apuros, una vez, y otra vez, y otra vez, lo más probable es que haya una cuarta vez con el miso apuro. 

Hacer lo que le toca al otro, un par de veces es un favor; más que eso es un mal hábito que inutiliza a quien no hace lo suyo, y gasta los recursos de quien hace lo propio y lo ajeno. En el peor de los casos, crea dinámicas pervertidas en que X hace lo que le toca a Y, para lo cual W hace lo que le toca a X, y al final es un lío.

No todo importa lo mismo. Hay modos de encargarnos de cosas del otro, que son un regalo de servicio. Pero hay que saber qué es lo que sí importa: qué tareas y logros están asociadas con la autonomía, de qué depende que haya colaboración en los espacios compartidos. En eso que importa, hay que espabilar.

Silvia Parque

No hay comentarios:

Publicar un comentario