Pensé que las personas adultas no caen con frecuencia; pero que el envejecimiento aumenta la frecuencia de caídas y las hace peligrosas: todo el mundo podemos darnos un mal golpe al caer; pero una caída que podría no tener consecuencias para un tipo de treinta años, a un señor de ochenta puede romperle algo y discapacitarle. Como es evidente, no andaba yo con pensamientos originales, así que no extrañe el que pensara también, que al niño que empieza a caminar y cae, se le ve caer con cierta congoja, pero sin miedo de que se haga gran daño; a veces incluso, con un gesto que conjunta arrugas de preocupación en la frente, con una leve sonrisa porque de algún modo, cada caída acerca al niño a dejar de caer y encontrarse caminando. En cambio, es una pena ver caer a un adulto mayor. He visto algunos que van tomándole un miedo a desplazarse, que la familia o los cuidadores, no saben gestionar. Será que en estos casos, cada caída acerca a la inmovilidad, y la inmovilidad total asusta.
Silvia Parque
Es cierto. No es lo mismo una caída de un viejo que de un niño, Un beso.
ResponderEliminarPara nada. Lo complicado que puede ser para un viejo recuperarse de una mala caída -no es que haya "buenas..."-
EliminarUn beso, Susana.
Me ha encantado lo de "el dolor define si se ha hecho más daño el cuerpo o el amor propio", es así tal cual. A nuestras edades caerse es más cuestión de de lo segundo. Pero en la vejez da mucho miedo, sobre todo las mujeres que nos descalcificamos y luego hay mucha rotura de cadera.
ResponderEliminarUn beso!
¡Da una pena! A veces he preferido hacer drama total, para que ya valga la pena la pérdida total de gracia y "dignidad" :) Pero he sabido de señoras que tardan muchísimo en recuperarse, precisamente por romperse la cadera.
Eliminar¡Un beso, Matt!