Se ha ido el loro de mi compañero. Lo dejaba andar por ahí. A veces lo llevaba en el hombro. Dice que se subía a una rama de un árbol de enfrente de la casa y que regresaba al llamarle, pero la última vez, le llamó, el loro lo vio como pensando y mi compañero supo que se iba a ir. Se fue.
Nos dio gusto a los dos. Él de todas formas iba a dejarlo libre.
Silvia Parque
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