Me mostré reticente porque realmente me provoca reticencia lo que suena a piquete, pero cuando me mostró las agujitas como de un milímetro de longitud, empecé a considerar que podía ser buena idea. Insistió, me resistí, me emocioné, mi marido no ayudó mucho a decidir si sí o si no y finalmente dije que sí.
Fui a ponerme un suéter al revés, para dejar la espalda descubierta. Me senté a horcajadas en una silla y le pregunté si estaba seguro de que no iba doler. Dijo: "si te duele, me dices". O sea: que si podía doler. Añadió que más bien era probable que sintiera un mareo. Según yo, se me fue la mente al alma. Según los dos observadores de mi hermosa espalda, nada más "como que iba a desmayarme, pero no". Espantoso para un manojo de ansiedad como el que puede ser mi cuerpo: toda la sangre del mundo en mi cabeza: ese olor característico del desmayo, congestionando el espacio entre la nariz y los ojos.
Pero sí quedé sin tensión y duró hasta el día siguiente y el siguiente-día siguiente, que es hoy. Así que tal vez lo haga de nuevo.
Silvia Parque
Si te quitan la tensión, ¡¡disfrútalas de lo lindo!!!
ResponderEliminarUn enooorme besazo para tí y todos los tuyos preciosa y que este año te lleves muy bien con el orden y el silencio que reclamas :)
Unabrazote y mil disculpas por la tardanza
¡Ay, Dolega!, es que la sensación en el momento no fue nada bonita, más bien todo lo contrario de "bonita". Y luego la impresión de traerlas puestas, me da resquemor... esta vez las quitó de inmediato por mi reacción... pero dos días relajadita si está muy tentador...
Eliminar¡Muchas gracias por tus buenos deseos! Igualmente, espero que tengas un año maravilloso, bien acompañada como has estado hasta ahora.
¡Abrazote!