Tengo una amiga que suele llamarme por teléfono cuando sale del trabajo. Vivimos cerca, pero nos vemos poco para poder quejarnos de que nos vemos poco y reclamar a la otra lo ocupada que está y su poca disposición para desplazarse a visitar. Por su plan tarifario, conversamos en lapsos de cinco minutos (cada cinco minutos, colgamos y me marca de nuevo). Hay dos o tres temas a los que damos vueltas; nos ponemos al tanto sobre lo que está en curso, nos enviamos besos y nos deseamos buena noche.
Es uno de los panes nuestros de cada día, por los que doy gracias a Dios.
Silvia Parque
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