Llegaron diez charales. Uno se cayó y desapareció. Los otros nueve se depositaron en el acuario, para servir como alimento de tortugas. Resultaron más listos que sus depredadoras, y ocho lo pagaron sufriendo una mala muerte, producto de la ignorancia de los humanos alrededor. Uno sobrevivió, al parecer, mordido. Pasaron los días. Parecía nervioso, pareció tranquilizarse; meras atribuciones. Ya tiene su pecera.
Silvia Parque
Me da lástima eso que cuentas de los pececillos. Espero que traigáis otro para hacerle compañía al superviviente. Un beso.
ResponderEliminarMi esposo sufrió como no tengas idea. De este nuevo habitante de la casa, apenas ayer declaré oficialmente que no es comida; no quisiera más seres vivos, pero sí quiero que esté bien... :S
Eliminar