
Pienso en eso que dijo Jesús cuando le preguntaron cuántas veces había que perdonar a un prójimo. Se supone que "hasta setenta veces siete" quiere decir: siempre. Una y otra vez y la siguiente.
La frase me empezó a rondar cuando me preguntaba cuántas oportunidades debía darme para volver a empezar lo que echo a perder. Es otra forma de preguntar cuántas veces debiera una perdonarse a sí misma: porque no se puede volver a empezar -no es un verdadero comienzo "nuevo"- instalada en la deuda, la culpa o la vergüenza.
La cosa puede ser faltar al gimnasio, comer chatarra... abandonar la tesis.
Yo siento como si metiera la pata hasta el fondo de un charco, me cayera de nalgas y salpicara a los demás cada vez que dejo que la ansiedad por alguna cosa se vuelve abrumadora. Evadirme rumiando "eso pasa por rondar el charco" o castigarme dejándome puesta la ropa enlodada, parece más digno y llevadero que hacer conciencia, pedir las disculpas necesarias -por ejemplo, a mí misma- y seguir adelante.
Silvia Parque
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