domingo, 28 de enero de 2018

El mundo, los mundos

Esta semana tuve la impresión de que el mundo es algo así como una máquina de porquería. No tenía una sensación parecida desde que trabajaba en mi tesis de licenciatura. No es buena idea dar mucho espacio a las impresiones y sensaciones, creo.

Durante muchos años quise vivir en mi mundo particular y durante buen tiempo lo conseguí. Ser mamá, sin embargo, me ha puesto en ese mundo donde está todo el mundo, justo cuando más desearía vivir en otro, hacerle otro a mi hija.

Sé que sí hay de hecho muchos mundos, aunque algunos tienen una increíble necesidad de negarlo y las migraciones de un mundo a otro pueden ser como mudar de planeta en una película de Ridley Scott. También sigo convencida de que es posible crear nichos de resistencia u oasis como mundos-propios, pero ahora sé que si son privados se hacen locura.


Silvia Parque

sábado, 27 de enero de 2018

Sin internet, con ansiedad y viendo cómo aplastan a una mujer

No tener Internet en casa se está poniendo chungo. Una semana me pareció bueno: desintoxicante; un tiempo para dedicarle a otras cosas. Con la segunda semana, ya "bueno-bueno" no era, pero estaba bien; me sirvió para tener fresco cuál es el uso que le doy al servicio, para qué lo necesito. Los días que se han acumulado después ya no son ni poquito buenos ni me sirven, al contrario; se me complica bastante trabajar sin conexión en casa y me voy sintiendo desvinculada. Yo calculo otro par de semanas así; habrá que hacer algo inteligente al respecto.

Aparte, la ansiedad llegó a tope esta semana con un incidente que será gracioso dentro de diez años, pero que estos días fue la gota que derramó el vaso. Solo comentaré que lo que iba siendo un feliz encuentro sexual terminó en un consultorio médico de la ciudad-pueblo más cercana. Al menos conocí al médico más agradable del mundo. La verdad es que yo estaba muy ansiosa y en un ataque de nervios llegué al punto de "más bajo no se puede caer" que hace que todo lo siguiente se sienta mejor.

Así las cosas, ayer ocurrió algo que me dejó triste y enojada, con uno de esos enojos que tienen indignación y frustración de las que oprimen el pecho. Clausuraron a la señora que cuida a B. No voy a decir que clausuraron su negocio porque es hacerle el juego a los clausuradores. Clausuraron su casa. A ella. Esta es la situación:

Como contexto, hay que decir que la colonia funciona más o menos como un pueblo y que hay personas de diferentes condiciones socioeconómicas, pero en general es un lugar pobre. Una señora mayor, conocida  como "la abuela", cuida niños en su casa. Lleva y trae niños del kinder o la primaria, los alimenta, juega con los chiquitos. Al conocerla, ella advierte que no tiene una estancia, ni una guardería: no hay actividades programadas ni nada por el estilo: los niños son libres de tomar un juguete u otro, de pintar o lo que quieran. Una señora le ayuda mientras ella lleva o recoge a los que van a la escuela. Creo que eran cinco criaturas; nunca las conté bien porque se movían; pero eran cuatro, cinco o seis, más B. Ningún bebé.

Me pareció exactamente lo que estaba buscando: nunca quise escolarizar a mi niña antes de tiempo; necesito que la cuide alguien más mientras trabajo, pero estoy segura de que el mejor lugar para un niño pequeño es un hogar, no algo que funcione como lo que normalmente reconocemos como "institución". Lo malo era que la señora los deja ver televisión si eso quieren; pero los puntos buenos eran muchos. El primer día pude ver a mi niña sentada a la mesa con los otros, comiendo en orden. Desde ese primer día entró como burro por su casa, directo a convivir con los demás; de inmediato le hizo caso a la señora. "Aquí todos hacen caso", me había dicho ella. Y sí. Sin "silla de pensar" ni nada más que autoridad moral: lo que los niños necesitan. Sin estudios de puericultura, ni de educación, ni de psicología, que muchas veces estorban, B no le pareció "muy" inquieta ni "muy" nada. Y en cinco días disfrutamos que aprendiera una canción, hiciera oración antes de comer, jugara con los demás.

Pero llegaron a prohibirle a la señora que haga lo que sabe y puede, porque no tiene una estancia infantil "en regla".

¿Cómo se le explica a la "autoridad" que eso no es una estancia infantil? Le digo a la persona que está escribiendo el letrero de "clausurado", que deberían permitir que las mujeres se organicen para apoyarse y me dice que sí, que están las casas de cuidado diario. Yo la entiendo, es su trabajo y hasta donde le llega la preparación. Pero la respuesta es una imbecilidad porque las casas de cuidado no son una estrategia comunitaria por medio de la cual se creen lazos de apoyo. Todavía me dice que lo hacen por proteger a la señora, porque si "algo" pasa con un niño, la culparemos a ella. Si quisieran protegerla, llegarían a fortalecer su trabajo y a cuidar el bienestar de los niños, no a dejarle un montón de papeles que están en chino para una persona mayor sin estudios. Toda su lógica es vomitiva porque es la expropiación de los saberes de las mujeres y el aplastamiento de un conato de poder social. Ella está criando y educando en su casa: además se está ganando la vida y posibilitando que las vecinas hagan lo que tienen que hacer. Pues hay que hacerle lo mismo que a las parteras y a las herbolarias: convencer a todos de que "eso" es muy peligroso y por supuesto: meter a todos en el redil de los menores de edad, porque en este sistema de cosas se llega a adulto para pagar impuestos, no para decidir, por ejemplo, quién cuida a los hijos, dónde y cómo.

Voy a tratar de puntualizar un par de cosas:

La operación de una estancia infantil debe estar regulada y debe ser cuidadosamente supervisada. Las consecuencias de no hacerlo son mortales. El problema es la incapacidad para reconocer y valorar otras lógicas, otros espacios. Lo nefasto es el poder para aplastarlos. El problema es el progresismo cucho del "que te cueste, como nos ha costado a todos". Como si todos estuviéramos en la misma posición.

Hay a quien no le pasa por la cabeza que para algunas personas, los trámites son un problema que llega a ser un impedimento. No todo el mundo puede pagar lo que cuesta una copia del acta de nacimiento, por ejemplo -por cierto, ahora por acá las piden de reciente expedición, como si caducaran-; no todo el mundo puede pagar impresiones, copias, fotografías. No todos los que saben leer y escribir pueden llenar formatos. No todos pueden transportarse a donde se realiza una gestión; no todos pueden gestionar. En una economía de subsistencia cada gasto cuenta y los pesos valen menos porque nunca hay muchos juntos. A ver si me explico: yo no podía seguir pagando la estancia a la que iba B, no solamente por la mensualidad, sino por los materiales que había que llevar a cada rato, además de las cuotas por esto y por aquello: mi caso es singular por muchas razones, lo que trato de hacer notar es que hay gastos que otros no toman en cuenta porque no conciben que puedan ser una dificultad. Aquí recuerdo a la familia que conocí, que resolvió que ese año las niñas no iban a la escuela; no faltará quién piense que en una escuela pública pueden alegar que las cuotas no son obligatorias, que se consiguen uniformes de segunda mano, que ahora reparten útiles... Ajá. Desde el privilegio se resuelve bien bonito la vida de los demás, que han de estar tontos o han de ser flojos y por eso no la resuelven solitos.

Para mí, no llevar a B con la abuela es un problema; pero a la señora la dejan sin su modo digno de vida.

Espero que las demás mamás no lo tengan tan difícil como puede llegar a ser. En la casa de cuidado diario no reciben niños desde las 4:30 de la mañana ni los cuidan por la noche si se ofrece. 

¿Que hay que seguir las reglas? A ver quién las puso y a quién le están sirviendo. 

Silvia Parque

domingo, 21 de enero de 2018

Mis cosas raras

Bebo el café en una taza de vidrio o de cerámica; parece que es lo común. Pero mis cubiertos deben ser de un tamaño y peso "estándar": ni muy pesados ni muy ligeros, tal vez pequeños pero no grandes: ahí me empiezo a poner rara. Así con otras cosas, no muchas. Debo pasarme un cepillo o un peine por el cabello casi en cuanto termino de bañarme. No soporto las telas que no se sienten más o menos como el algodón. Tampoco soporto por mucho tiempo los aretes, collares o cosas por el estilo. Lo bueno es que se trata más de evitar que de conseguir.

Silvia Parque

viernes, 19 de enero de 2018

Con ansiedad / sin ansiedad

Me dedico a lo que me gusta. Vivo como quería. Tengo un par de días buenos y de buena noches y la ansiedad sube a tope. Duermo más para que el cuerpo no se queje por eso. Debería comer mejor: más balanceado; pero tampoco tengo una dieta terrible. Y sin embargo, voy sintiendo cómo me descompongo. Estoy consciente y me hago cargo; beberé té milagroso, me organizaré para volver al ejercicio, a la meditación, en general a la rutina: me hacen bien las rutinas, las que hago para darle estructura a los días sin tratar de "cumplir" con ellas.

Entiendo que así funciona -o así funciono-, pero me apena.

¿Por que no fui una persona simple que pueda ser simplemente feliz? He sido realmente feliz, pero creo que nunca simplemente feliz.

Tengo esta psique, este cerebro, estas hormonas, este esquema mental que tengo y resulta lo que resulta: que se me cae el mundo con facilidad más o menos frecuentemente. Lo bueno es que cuando se levanta, ese mundo me gusta mucho: mi pequeño mundo personal, a veces maravilloso, a veces en ruinas; siempre interesante, siempre mi casa.

Yo creo que justo cuando estoy a punto de algo muy bueno en cualquier sentido, mi mente me boicotea. Cuando estoy sintiéndome realmente bien, algo me molesta por dentro para romper el bienestar. Recuerdo clarito una noche de hace ya varios años. Todavía estaba casada. Habíamos pasado una mala temporada, de muchos problemas, pero la estábamos dejando atrás, estábamos entendiéndonos y queriéndonos. Entonces llegó esa noche que recuerdo, una entre otras en la que dormíamos muy juntos, yo acurrucada junto a él, él abrazándome. Sentí algo así como una oleada de amor, quién sabe si su abrazo fue un poco más apretado o me dijo algo tierno o lo que fuera: me sentí relajada, muy a gusto y sentí su cariño. Entonces supe, como si me lo dijera a mí misma, que no podía durar. Era demasiado bueno. Como si yo no pudiera tener algo tan bueno mucho rato. Supe que era yo quien me estaba negando "eso" y que incluso se lo estaba negando a él; pero pasó.

También recuerdo que antes-mucho-antes no era así. Nunca fui simplemente feliz, pero sí plenamente feliz y asumía que esa felicidad me correspondía. Sin ansiedad.

Silvia Parque

martes, 9 de enero de 2018

La nueva casa

Ahora vivo en una especie de isla en la carretera, un poco como un pueblo. Aquí también viven los perros más ufanos del mundo. 

Mi tía, la que más cerca está de nosotras, piensa que estoy mal de la cabeza y seguro solo puede ver que es un lugar pobre. Solo a ella le permito recordarme -repetidamente- que "piense primero en mi hija", como si fuera una adolescente que no tiene idea de lo que está haciendo. Vale. Ajá.

Yo veo la vida que quiero. Mi cultura, valores, principios y expectativas, no son los de mi familia de origen, ni los de mi familia extensa, ni los de otros; son los míos y los de personas como yo, que tampoco somos nada más tres. Desde ahí, esto en lo que estoy es bueno. Todo pinta bien. 

Por ahora no tengo Internet en casa, pero ya me las arreglaré.

Hace mucho que no me sentía tan en mi sitio. Es importante para mí.

Silvia Parque

jueves, 4 de enero de 2018

"Aguántate" y las aguantadoras

"Mala"

Las mujeres oímos a menudo "aguántate". En serio y en mal plan, de diferentes modos.

En general, aprendemos a lidiar con el malestar físico sin dejar de cumplir con lo que asumimos como deber, mucho más que los hombres. Y "la costumbre se hace ley", dice mi abuela. La que no haga lo que las demás es mínimo señalada. "No aguanta nada", dicen sobre todo otras mujeres, antes de contar lo que sí aguantan ellas: las aguantadoras.

Hay múltiples "aguántate" en la violencia obstétrica. Quienes evitan esta violencia al grado de evitar el hospital, a veces porque ya pasaron por ella en un parto anterior, no están evitando poquita cosa, pero el mensaje del mundo es: "aguántate".

He leído varios comentarios en los que se da a entender que una mujer normal pone el bienestar de su criatura por encima de su comodidad, como crítica a las que deciden parir en casa. Según esta idea, quienes nos planteamos parir en casa queremos estar cómodas aún a costa de la suerte del hijo o la hija que viene. Como el embarazo es rete-cómodo, ahora no queremos incomodarnos.

Ojo que no estoy hablando de la conveniencia o la inconveniencia del parto en casa, que es otro tema, sino de este modo en que se juzga a las mujeres que se lo plantean y lo llevan a cabo. Se les juzga de varios modos: locas, irresponsables, tontas; yo ahora hablo solo de juzgarlas "cómodas". Aunque tal vez va implícito lo de "tontas"...

Cualquier mujer adulta con mínima inteligencia comprende la necesidad de vivir incomodidades: así es la vida. Sufrir violencia obstétrica no es pasar incomodidades, como cuando el día está caluroso o está frío, es sufrir violencia. Y si la mayoría anteponemos la seguridad de nuestras criaturas y nuestra propia seguridad a cualquier otra cosa, de modo que "mejor asegurar la vida aunque maltratados", qué patética situación y qué patética respuesta de la sociedad: "aguántate". Además, qué miserable no reconocer lo que han sufrido otras porque a mí no me pasó o porque me pasó y no me afectó -he de ser "aguantadora"-. Ojo que se puede concluir que es mala idea parir en casa sin minimizar la violencia obstétrica y en una lógica ajena al "aguántate".

A lo que voy es a que, en general, se minimizan los malestares, daños y sufrimientos de las mujeres y se les anima o se les empuja a aguantar. Ya se ven menos relaciones nefastas "por el bien de los hijos", pero sigue siendo común que las mujeres tengan buenos motivos para "aguantar" lo que estén pasando. Las que no aguantan son exageradas, delicadas, histéricas, brujas; malas.

"A Fulanita no se le puede decir nada". ¿Pero por qué se le podría decir "algo"? No será un elogio sincero lo que no acepta. Seguramente es algo fuera de lugar cuando no una falta de respeto. Pero líbrenos Dios de la respuesta tajante que merecen comentarios tipo "deberías bajarle a las harinas porque al rato no te va a quedar nada". O que no nos libre. Que arda Troya de vez en cuando.

Silvia Parque

miércoles, 3 de enero de 2018

Iniciando el año

Terminé el año como correspondía al año loco que fue: mi cuerpo se sintió muy mal y en los últimos días estuve más agobiada que otra cosa; pero un vasito de sidra y una buena película me dieron una nochevieja reconfortante: amaneció el día primero y mi disposición a hacer del que inicia mi mejor año tuvo su primer fruto: me cambio de casa este fin de semana. Me hace mucha ilusión. Es una diminuta casita de mis sueños.

Antes de decidir que rentaría "ahí", me aseguré de que hubiera cobertura de Internet. Espero contratar el servicio en cuanto estemos allá; sobre todo, espero que lo conecten rápido. También espero que sea posible cancelar el servicio que tengo ahora, lo cual en mi experiencia casi nunca es posible. Vamos a ver. Por lo pronto no me detengo a hacer de eso un problema. En verdad estoy ilusionada. Ojalá no sea difícil para mi niña.

En cuanto a ella: hoy celebramos el inicio de mi año laboral, lo que sirvió de pretexto para hacerle un regalo. Esta siendo un tema, ese de los regalos...

Desde lo que llamamos "prenavidad", quiere regalos todos los días: mañana, tarde y noche. Siempre ha vivido como algo cotidiano recibir detalles, sorpresas, casi siempre algo pequeño y sencillo, como una manzana, por ejemplo; pero luego de haber desenvuelto numerosos regalos, uno tras otro, parece que se hizo adicta, incluso ha llegado a pedirlos de manera cansina, machacona: "quiero un regaaaaaalo". Así que estamos trabajando en el tema. Como hemos hecho antes, le dimos varias de sus cosas nuevas y reservamos más de la mitad que irá recibiendo paulatinamente, para dar un lugar especial a cada una. Se le da bien apreciar los objetos y no queremos que eso se pierda; queremos que valore tanto las cosas como lo que representan: trabajo, para empezar.

El caso es que hoy celebramos el inicio de mi año laboral y le di un brillo labial de un juego de varios que le regaló mi mamá. Lo volví a envolver porque le encanta desenvolver. Estaba de lo más emocionada: encantada. Lista para dormir, en pijama bajo las cobijas, seguía "pintándose" la boca...

Hace años que en realidad inicio el año hasta el día tres. Me costó. Tenía un cansancio y una pesadez que se me instalaron con el resfrío y me estaban apachurrando; pero logré levantarme a una hora decente; releí "Este puede ser tu mejor año", de Debbie Ford, sentí como el libro empezó a hacer efecto y aquí estoy.

Silvia Parque