Voy a hacer un ejercicio desde mi caso particular, que puede generalizarse, creo:
Si me invitas a desayunar / comer / cenar y acepto: desayunaremos, comeremos o cenaremos juntos, hasta el momento en que yo quiera dejar de hacerlo. ¡Vaya! Que si de pronto se me va el hambre o me quiero ir, pues dejo de comer o me voy. No es que tengas derecho a estar ahí conmigo: es que puedes hacerlo porque te dejo y no puedes hacer conmigo nada que yo no quiera, ni en ese momento ni después.
Si me invitas al teatro, al cine, a una exposición o cosa por el estilo y acepto: podemos ir y hacer de público juntos, hasta el momento en que yo decida, por la razón que sea, que quiero irme. Lo normal no será que estemos muy a gusto y yo diga "me voy" en medio de una película; pero si así fuera, pues me voy. No es que tengas derecho a estar ahí conmigo: es que puedes hacerlo porque te dejo y no puedes hacer conmigo nada que yo no quiera, ni en ese momento ni después.
Si me invitas un café o una copa, en tu casa o en un lugar público y acepto... Ya se entiende la idea, ¿no? Hay que añadir que si luego de la cena o del teatro o de la copa, quiero algo más contigo y acepto una propuesta tuya o te hago una propuesta que aceptas, pero después me arrepiento: pues ya no se arma.
Si tenemos sexo una vez o una temporada, aplica lo mismo. No estás teniendo derecho a tener sexo conmigo en el momento en que "lo hacemos"; estás teniendo sexo conmigo porque te dejo y nada más. Si no quiero que me beses la oreja izquierda -mera ilustración- o si no quiero quitarme los calcetines -basado en hechos reales- pues no me besas la oreja izquierda ni me quito los calcetines. Y si nunca más quiero tener sexo contigo, no hay nada en el pasado a lo que puedas apelar como si tuvieras algún "derecho" a obtener un "sí" de mi parte cuando no quiero decir "sí".
Todo esto está muy dicho, pero se ve que hay que seguir diciéndolo.
Silvia Parque
Y parece tan evidente...
ResponderEliminar¿Verdad que sí? ¡!
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