domingo, 13 de agosto de 2017

Sin paciencia en la crianza con respeto

Condicionar y adiestrar a los niños es efectivo; castigarles, gritarles, darles unas nalgadas "a tiempo", como diría mi abuela, detiene "malas conductas" y evita muchos problemas (crea otros, también). Criar en el respeto no solamente es más difícil, sino que además no ofrece soluciones rápidas, por lo que a menudo parece que "no funciona". Para criar con respeto, al parecer, hay que tener mucha paciencia, porque los cambios pueden ser lentos, muy lentos, al menos comparados con la velocidad que el mundo quisiera para los cambios.

La necesidad de paciencia dejaría fuera de la jugada a las personas sin paciencia, como yo. Pero no es "paciencia" lo que más se necesita.

Para empezar, hay que decir que en mi caso, con quien ocupo la paciencia es conmigo. La necesito para seguir confiando en mí cada vez que uso un tono desagradable con B, cada vez que grito -creo que ya casi nunca-, cada vez que al detenerle la manita para que deje de pegar, mi emoción provoca más fuerza que firmeza. Sobre todo, la necesito para entender y perdonar mis errores conceptuales, como cuando creo que la estoy apartando porque está haciendo algo que es peligroso para otros, pero eso está funcionando como castigo. En ninguna ocasión me hago tonta pensando que ella ha provocado mi reacción; soy la adulta en la relación y me hago cargo de que muchas veces fallo. Pido disculpas y sigo adelante. Aprendo; me aplico.

Con ella, es más necesaria la empatía que la paciencia.

En cualquier caso, la paciencia se me acaba a menudo. Y tiene muy poco que ver con lo que ella haga o deje de hacer. Tiene que ver con cuánto he descansado, con cuánto dinero hay en la tarjeta o qué tan satisfecha estoy sexualmente. Tengo momentos increíbles en los que soy toda sonrisas y otros que no tanto. Afortunadamente, la paciencia se renueva; pero sobre todo, como decía, no es paciencia lo que más se necesita.

Lo que más se necesita es convicción.

Estoy convencida de que la manera decente de tratar a otra persona es con respeto y de que a la persona que soy le corresponde conducirse con respeto. Otra cosa no se vale. Tan tan. Haga lo que haga, pase lo que pase: otra cosa, no se vale.

Silvia Parque

4 comentarios:

  1. Por eso siempre he dicho que una de las cosas más complicadas de este mundo es educar a un niño. Para empezar tendrías que estar siempre con el mismo estado de ánimo, para no cometer la incoherencia de corregirle con severidad algo que el día anterior se lo reíste como gracia.

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    1. Sí que lo es. Yo creo que es que somos papas o mamás con todo lo que somos, no nos podemos inventar la coherencia para tratarlos, si nos falta. Y pues a casi todos nos falta; más integridad que coherencia... Pero pienso que la intención sí cuenta: una puede darse cuenta de que falló, disculparse y corregir. Me parece fatal echar la culpa a los niños: "es que tú me pones así", como si la mamá o quien cuida fuera la persona de dos años, de tres años.
      Hablando de lo que se ha reído como gracia y luego se corrige, está la complicación de transmitir "lo circunstancial": hay cosas que en casa se valen y en otros lados, no; hay cosas que a veces sí y a veces, no (como gritar, por ejemplo).

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  2. Precisamente es la razón más poderosa que tengo para no reproducirme, que mi paciencia es poca y soy un ser dañado que no me gustaría herir a otros solo por que no puedo controlarme.
    Que bueno que tu si puedas, :)

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    1. Es responsable saber cuáles son nuestros límites y actuar en consecuencia.
      Debería controlarme mejor de lo que lo hago, pero ahí voy, sobre todo ocupándome de "estar bien" para no tener que controlarme en el sentido de contención o restricción, y más bien estar a gusto de modo que mis reacciones sean templadas y amables. A veces parece que fueron dos pasos adelante y uno para atrás; a veces parece que fueron tres pasos adelante y cinco para atrás; pero visto con calma y en perspectiva, el camino se ve bien: parece menos un camino que un cielo abierto.
      Te quiero :)

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