Ahora, pienso en las mamás que no pueden celebrar porque no saben donde están sus hijos: hijos migrantes en terreno inhóspito, hijos arrebatados de sus vidas por la fuerza, hijos -tantas hijas- que salieron un día a vivir y no regresaron. Pienso en las mamás que están tratando de conseguir sumas apabullantes de dinero para tratamientos médicos, en las que tienen hijos con malestar físico para el que no hay tratamiento, en las que tienen a la muerte revoloteando sobre la cama de sus desvelos.
Silvia Parque
Gracias por recordar a esas madres. Un beso.
ResponderEliminarUn beso, Susana :)
EliminarAl final siempre tenemos que llegar a la conclusión de que no hay motivo para quejarse, porque somos unos privilegiados. Mientras nuestros seres queridos tengan salud, no tenemos derecho a quejarnos de nada.
ResponderEliminarBesos.
Bueno... Yo creo que así el malestar del otro me parezca pequeñito, su umbral puede ser diferente al mío y tiene derecho a la queja. Pero la verdad, sí creo que... no en términos de derechos, pero sí: ¿Cómo no se pierde la queja ante el agradecimiento porque nuestros seres queridos están bien? En serio, he oído a madres quejarse porque sus hijos adultos no se portan como ellas quisieran y me digo: pero si ellos -esos hijos- están bien, si no están en peligro ni haciendo cosas malas, si están saliendo adelante... ¿No es eso lo que querían?
EliminarBesos, Macondo.