Leo de vez en cuando a gente pobreteando a los creyentes: por ignorantes/ciegos y/o por oprimidos/sometidos; más cuando se trata de mujeres. Como si todos los que elegimos creer hubiéramos sido secuestrados. Claro que eso de "elegir" en "libertad" es filosóficamente cuestionable, pero así es con todas las elecciones.
Por comentar sobre mi vida, comparto:
- A mí, ni Dios ni una Iglesia me fiscalizan los actos: ni lo que como, ni lo que visto, ni lo que hablo, ni cómo se vive en mi casa y por supuesto, tampoco mi vida sexual.
- A mí, ni Dios ni una Iglesia me tienen con miedo ni me hacen hacer a cambio de favores.
- A mí no me pesan mandamientos ni me atormentan culpas porque ni Dios ni una Iglesia me ponen trabas para existir. Al contrario.
Silvia Parque
Muy buena declaraciōn. Me sumo. Un beso.
ResponderEliminarGracias. Y ¡qué bien!
EliminarUn beso, Susana.