Afortunadamente, fui por la vida sin haber sentido envidia hasta que fui mayor. Ocurrió hace unos cinco años, en un momento de desesperación. Recuerdo el momento justo, caminando por la calle, en que llegó la sensación podrida de "ustedes no deberían tener eso que sí debería tener yo y que debería ser destruido estruendosamente porque está con ustedes que son feos por tener lo que yo no tengo". Fui consciente de que dejé instalarse esa sensación. No me dio la gana detenerla, pero tampoco la dejé crecer. Luego trabajé con eso y no recuerdo haber vuelto a sentirlo.
Hasta ayer. Ayer fui consciente de que estaba sintiendo envidia del papá de B; específicamente de su imperturbable capacidad de no fastidiarse ni un poquito cuando la niña se pone extra-remolona. Y no hay "envidia de la buena". Admirar e incluso querer lo que tiene el otro, no es envidia si no tiene el ingrediente del deseo nefasto de quitar al otro lo suyo o eventualmente, destruir eso que una no tiene. En este caso fue fácil elaborar el sentimiento porque hay amor en medio de lo que podríamos llamar "objeto de la envida"; pero qué cosa más fea.
Silvia Parque
Te entiendo bien. Yo tampoco he sido envidiosa y recuerdo perfectamente la primera vez que lo fui. Tengo una amiga cuyo hijo mayor se lleva sólo una semana de diferencia con la mía. Estuvimos muy unidas en el embarazo y baja maternal, porque íbamos a la par. Pero ella no volvió al trabajo y se quedó cuidando de su hijo, y yo la envidié. Un sentimiento horrible, efectivamente la expresión ponerse verde de envidia, es así, como si enfermas por dentro. Por suerte lo superé e intento no caer más en ese camino, pero cuando ya lo conoces es más fácil volver a cogerlo.
ResponderEliminarUn beso
Sí que eso fue algo muy potencialmente envidiable, Matt, cómo no, y coincide cómo lo vivimos, justo como dices: es algo que enferma y una que no lo sintió antes, lo nota al mínimo "contacto" con la sensación... como si el verde literalmente manchara la sangre a partir de algo molesto en el estómago. Y sí, una vez abierta la puerta, ahí está el riesgo de volver a caer.
EliminarUn beso, Matt.
Ya podían ser todas las envidias como esa tuya. Si no hay envidia buena —que seguramente no la hay— admirar esa cualidad del padre de B será otra cosa. Son maneras de ser y también que a él le pilla descansado de un día para otro.
ResponderEliminarBesos.
Tú siempre eres amable, Macondo. La verdad es que el papá de B tiene mérito con esa paciencia porque a veces la cuida, por ejemplo, luego de haber trabajado casi toda la noche.
Eliminar¡Besos!
Los hombres suelen ser mąs pacientes. Un beso.
ResponderEliminarCreo que sí. En nuestro caso, él es más, digamos, severo... más firme; pero no pierde la compostura.
EliminarUn beso, Susana.