Para quien le sirva:
Se puede hablar a Dios con confianza. Se le puede decir lo que una piensa, tal cual, incluido lo políticamente incorrecto. Se le pueden hacer reclamos. Se le puede hablar desde el enojo. Tal vez deberíamos vivir en reverencia y alabanza, pero Dios conoce nuestros límites. No se necesita purificar el alma para empezar a hablarle. Debe ser bueno armar un momento espiritual con las emociones en orden; pero Dios también escucha cuando estamos en un momento de mierda.
La conversación no necesita intermediario ni preparación, aunque la preparación ayuda con la disposición, que sí es necesaria.
Respecto a escucharle, pasa como en las conversaciones con los seres humanos: en el momento en que al otro le toca hablar, lo que solemos hacer es seguir pensando en lo que hemos dicho o adivinar lo que nos van a responder o ir armando una respuesta. Hay que callarnos un poquito. En esto conviene hacer la cuestión explícita; yo le digo algo como: "Quiero oírte a ti y no estarme oyendo a mí misma. Ayúdame a ponerte atención".
Silvia Parque
Qué buen consejo. Un beso.
ResponderEliminarGracias, Susana :)
EliminarUn beso.