La primera vez que pensé en esto fue hace muchos, muchos años, viendo el Show de Cristina. Había una persona que había ganado un concurso tipo "miss buena educación". Esta mujer no decía groserias. Creo que Cristina le pregunta si de verdad no dice groserías ni siquiera si se da un martillazo en un dedo. La mujer responde que no, y explica: no es que se controle en ese momento, es que no están en su repertorio y por eso no llegan a su boca. Esto es así siempre. Yo digo groserías a veces, pero menos de las que conozco; hay muchas que no son parte de mi vocabulario: esas no vienen a mi mente. En aquel programa, había personas pensando que esta mujer era una especie de "estirada-restringida"; pero no: solamente tenía otros parámetros.
Lo veo mucho con las decisiones que se toman en la crianza. Circula una publicación que dice algo así como "cuando todavía no era mamá, juraba que mis hijos no verían televisión". El mensaje va en el sentido: "Si, claro, como si fuera posible". ¡Pero claro que es posible! Si no tienes televisión, por ejemplo. Yo conozco una familia en la que la mamá se deshizo de la televisión porque no quería que sus hijos crecieran viéndola. Nosotros no tenemos aparato de tele, pero yo veo programas y películas en la computadora, y casi todo el día tengo documentales o recetas de cocina como ruido de fondo o compañía. Con ese estilo de vida, no es raro que deje a mi niña ver videos; el límite hasta ahora es de diez minutos diarios, máximo; trato de que no llegue a ese máximo y de que no sea todos los días. Con el estilo de vida de muchas personas, obviamente los niños verán televisión desde que son bebés, y para la edad que tiene B, se habrán hecho público de las caricaturas. Allá cada cual. Yo acepto que es perfectamente posible que una niña de la edad de la mía, no vea nada de tele -o equivalentes-, pero que la mía ve lo que ve, porque hago concesiones con ella y a mí misma, hasta donde me parece que sigue siendo aceptable (mi ideal sería que no viera más de un video, es decir, entre tres y cuatro minutos diarios, y que fuera máximo un par de veces a la semana).
Así, hay gente totalmente convencida de que es imposible educar a los hijos sin pegarles, gritarles, ni castigarles. Lo que se me hace chistoso es que no se sitúen en relación a los parámetros de otros. Alguien como mi abuela diría que "una nalgada a tiempo evita muchos problemas", pero le parecería mal que se abofeteara a un niño; "para eso tienen las nalgas, por eso se llaman nalgadas", le oí decir una vez. Otra persona podrá pensar que golpes de ninguna manera, que a veces hay que hablarles fuerte, y bueno... fuerte incluye subir el volumen -como dijo el papá de B una vez: para "crear una impresión"-. Suele faltar una reflexión sobre la amplitud o estrechez de los parámetros que tenga viso de autocrítica, y me sorprende que conocer parámetros diferentes no motive esta reflexión. Ojo: que no estoy diciendo que esté bien o mal ninguna de estas "formas de actuar" mencionadas como ejemplos; sí tengo una postura al respecto, pero en esta ocasión solo quiero enfocar que llama la atención el grado de convencimiento por el que alguien puede pensar que sus parámetros son los de cualquier persona normal.
Silvia Parque
No seré yo quien se rasgue las vestiduras porque los padres den una nalgada de vez en cuando a sus hijos. Me las rasgo más cuando veo a padres que consideran que sus hijos se van a traumatizar porque les lleven la contraria en algo y que para educar ya están los maestros.
ResponderEliminarBesos.
Yo tampoco. Cada cual educa con sus recursos, y los hijos no esperan a que uno adquiera más o mejores recursos para ser educados.
Eliminar¡Besos, Macondo!
Normalidad viene de norma. Es lo que ha el la mayoría. Un beso.
ResponderEliminarNormalidad viene de norma, sí; una de sus significaciones es la que señalas, de ahí la norma estadísitica; pero no es el único significado: el concepto de normalidad también alude a lo que es aceptable como sano, completo, bueno.
EliminarUn beso.