El día de la mujer lo puede tomar cada cual como quiera, o no hacerle caso; sin embargo, su origen es importante: se trata de conmemorar el que mujeres trabajadoras murieron por luchar por sus derechos. Muchas mujeres parecen pensar que eso no tiene nada que ver con ellas; pero al menos por este lado del mundo, sigue habiendo condiciones sociales que colocan a las mujeres en desventaja, llegando al punto de vivir en peligro. En los lugares donde se está mucho mejor, de cualquier manera es importante no perder la memoria: no siempre las mujeres pudieron elegir a sus gobernantes, o siquiera, elegir con quien casarse (o no casarse si no quieren). Tanto si me siento o no, en desventaja o vulnerada, sería bueno aprovechar la fecha para enterarnos de cómo les va a otras mujeres: a las mujeres migrantes, a las madres adolescentes, a las mujeres con enfermedades terminales, a las mujeres viejas, a las mujeres que deciden vivir de manera no convencional, a las trabajadoras domésticas, a las estudiantes, a las trabajadoras sexuales, a las mujeres en carreras comúnmente desempeñadas por hombres, a las amas de casa, a las que no tienen recursos, a las que viven en la calle, a las que tienen trastornos mentales, a las que han sido violentadas en algún momento (es decir, a todas).
Luego, podríamos preguntarnos por qué tanta peleonera inconforme dice que no quiere flores, que no quiere piropos, que no quiere ser definida como "la creación más bella". Porque hay porqués.
Históricamente, la mujer ha recibido regalos compensatorios por la opresión a la que está sujeta. Para empezar, ser siempre quien recibe, la coloca en una posición pasiva: una posición conveniente para perpetuar un sistema que le desfavorece. Y de las románticas definiciones con las que construye su identidad, lo menos que puede decirse es que la limitan. Lo peor viene cuando se aplauden características por las que "pierde". Circulan, por ejemplo, diversas versiones de postales de mujeres agobiadas con múltiples tareas, y leyendas en relación a sus superpoderes. No son inofensivas. Apoyan el mantenerse en agobio. Un agobio en beneficio de quien no se agobia: de quien no toma su parte en la realización de las tareas. Hay otras tantas según las cuales, las mujeres son mucho más fuertes que los hombres, nunca se rinden, son valientes, son esto y aquello maravilloso. Y seguramente lo son, porque el sistema social configura situaciones de vida injustas y oprobiosas, por las que hay necesidad de estas cualidades: aplaudirlas es una manera de decir "qué bien aguantas", ¡y eso apoya seguir aguantando! No rendirse en un camino de múltiples obstáculos está bien, ni modo que esté mal; pero como sociedad no debemos hacer crecer la habilidad para sortear obstáculos: debemos quitar los obstáculos. Obviamente, me refiero a obstáculos disparejos, a los que no deberían existir.
Lo peor es que los mensajes vengan de parte del gobierno, e incluso de parte de instituciones que se supone están para construir equidad de género. Que los comercios hagan lo que les salga mejor, pasa; pero que desde las instancias oficiales se banalice la fecha, es tachar a las miles de muertas y desaparecidas, es minimizar las cifras de violaciones e invisibilizar las causas por las que hace falta seguir alzando la voz. De nuevo: no es inofensivo. Y es que se trata de nuestras vidas, de la vida de las mujeres que amamos, de la vida de las mujeres que no conocemos.
Silvia Parque
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