miércoles, 10 de febrero de 2016

Los quejumbrosos

No me gusta ver las noticias. No ayuda en nada al mundo que llene mi mente de imágenes de lo pútrido.

No sigo el hilo de qué está pasando con esta y la otra situación terrible de aquí y de allá porque hay muchas más que "esta y la otra" y muchos más lugares que "aquí y allá".

Soy anodina, la verdad. Lo mío es mi taza de café: hablar de cómo disfruto el buen café y el mal café, y preguntarme por qué ya no lo quiero si no es con crema o leche.

Yo las batallas de los que luchan, las respeto y algunas las honro; pero no quiero estar en medio. En parte porque no puedo comprar casi ningún discurso completo.

Pero esta realidad grita. El dolor de padres y madres está haciendo que los restos de sus hijos bramen desde una oscuridad a la que no pertenecen. Tengo, al menos, que decirlo aquí. Tengo que decir, sin el preámbulo políticamente correcto en el que mencione todo lo bueno que hay en México, que este país apesta. Me molesta porque no es mi modo de tratar las cosas, porque yo creo que una realidad se puede ver desde muchos puntos de vista y mejor verla desde el punto de vista que pueda traer luz. Pero algo tan lleno de esta muerte vil hasta lo absurdo, apesta.

Así que: gracias, quejumbrosos. Gracias a todos los que traen algo en la sangre que hace que estén quejándose continuamente de cada cosa que pasa: son cosas para quejarse. Las y los desaparecidos, las y los torturados, las y los asesinados, merecen que la queja no se detenga.

Silvia Parque

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