miércoles, 13 de enero de 2016

No es nada: es algo.

Dicen que las comparaciones son odiosas. Qué fastidioso para un niño ser comparado con hermanos, primos o compañeros de clase. Afortunadamente se han popularizado ideas del tipo de: "cada cual a su ritmo". A mi alrededor no veo mamás preocupadas porque la hija de la vecina ya hace tal gracia que la suya no; sin embargo, veo mamás un-poco-demasiado atentas a lo que marca una pauta o una convención sobre a qué edad un bebé debe caminar, comer por sí mismo o dejar los pañales, o qué pueden ser capaces de lograr los niños en tal o cual grado escolar. Creo que hace falta educación al respecto: ayuda saber interpretar medidas y comprender cómo se construyen las teorías del desarrollo.

Por otra parte, en la red leo artículos y comentarios, según los cuales, las convenciones sobre crianza y educación no tienen razón alguna y habría que pasárnoslas por el arco del triunfo. Y es que ha hecho bien ridiculizar y abolir convenciones que fueron perdiendo el sentido a la luz de nuevas formas de vivir o de nuevos conocimientos. Yo voto por la libertad de no ajustarnos a lo que no hay obligación de ajustarnos, si no queremos hacerlo; mas conviene pensar un poquito a qué obedecen esas formas de hacer las cosas que se van convirtiendo en uso, costumbre y hasta norma.

Sobre la lactancia prolongada (que espero disfrutar), sé que, en general, en el fondo, señalar como "demasiado mayor para la teta" tiene que ver con ignorancia y prejuicios. Pero, aunque no opinaría sobre ningún caso particular, sí creo que una cosa es dar pecho a un niño de tres, cuatro, cinco, seis... siete años... Y otra cosa es seguir amamantando a niños mayores. Podría mencionar características de los niños mayores que me hacen saber que no es lo mismo mamar a los tres años que a los nueve; pero lo que quiero señalar es que, puede estar bien o mal, puede ser inocuo o no; pero no es "nada". Y hay un movimiento que parece querer hacer ver como si fuera "nada".

Yo creo: una cosa es que respetemos a las madres e hijos que toman esa decisión y viven esa experiencia; otra cosa es hacer "como si nada". Es algo.

Pasa lo mismo con el control de esfínteres. Estoy a favor de dejar en paz a los niños con sus procesos. Me parece triste que niños institucionalizados -en estancias infantiles o jardines de niños- tengan que ir a la par de otros. ¡Que dejen los pañales cuando les resulte natural, sin apresuramiento! Pero no hagamos como si viviéramos en el monte con eso de "natural": como si no representara algo deseable para la dinámica familiar, que en determinado momento, el pequeño ya no use pañales ni moje las sábanas. Tampoco opinaría sobre casos particulares: cada cual sabe por qué hace lo que hace, cómo y cuándo lo hace. Pero sí opino sobre la tendencia a hacer como si no importara para nada cuándo aprende un niño a "avisar". Porque en verdad creo que no importa si aprende al año y medio, a los dos años o a los tres y creo que hay que tomarse relajadamente los accidentes a cualquier edad; pero hemos pasado de psicologizar que un bebé no esté listo para avisar cuando sus papás creían que era hora, a trivializar que siga en pañales a los cinco años o que moje la cama a los catorce. Y no es terrible ninguno de esos dos casos: efectivamente, en más de un sentido, no pasa nada. Pero no es "nada". Es algo.

Hay adultos productivos que mojan la cama; pueden elegir no investigar qué quiere decir; pero no es "nada", es algo.

Silvia Parque

No hay comentarios:

Publicar un comentario