Ella fue tonta una vez, otra vez, y otra vez. La última vez, ya no. Tuvo un hijo varón cada una de aquellas primeras veces, y una hermosa niña, la última. De cualquier modo salió raspada en cada encuentro, cada vez más vieja. Es increíble cómo una mujer puede hacerse vieja a los veinte años, con el toque de algo malo que pasa; algo malo que no se cuenta hasta muchos años después, cuando puede decirse como si nada porque ha pasado algo peor.
Pero un día, ya con experiencia en no ser tonta, luego de pagar sus deudas con puntualidad muchos meses, comprando tinte para el cabello, se dio cuenta de estar lejos de sí misma, y se sintió muy bien. Se dejó atrás. Se convirtió en otra.
Silvia Parque
Al menos se convirtió en otra para bien.
ResponderEliminarA veces de cualquier otra manera, es mejor que lo que había.
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