Es normal y cuerdo, por supuesto, no gustar de la cercanía de los afectos negativos. Pero si nos vinculamos con las personas, alguna vez habrá que convivir con estados de ánimo que no son agradables. Conviene saberlo, asumirlo y soportarlo; de no ser así, sentiremos la tentación de una de dos cosas que no terminan bien:
a) Exigir a la otra persona que no sienta lo que siente, o que no lo exprese, o que se apresure a recuperarse.
b) Tomar como misión el evitar o aliviar el sentimiento ajeno.
Silvia Parque
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